Su vitrina de premios no está precisamente vacía. Bodegas Fariña es una de esas empresas que se han hecho a sí mismas y que han tocado la gloria. Todo, gracias al tesón y al carisma de Manuel Fariña, un hombre que se ha pasado la vida “entre vino; desde que nací”, dice con orgullo mientras muestra “mucha alegría” por ese próximo galardón, el de Tierras de Zamora, que recibirá su ‘criatura’ el 15 de junio en Fuentelapeña. Mientras llega ese momento, charlamos con él sobre sus orígenes, sobre su primera salida más allá de nuestras fronteras para exhibir sus vinos o sobre el futuro.
PREGUNTA.- La Diputación de Zamora reconoce su marca como Mejor Proyecto Empresarial. A su juicio, ¿qué factores se han tenido en cuenta para determinar que Bodegas Fariña es la más destacada en este ámbito? ¿Cuáles son sus principales armas?
RESPUESTA.- Eso se lo tienes que preguntar a ellos porque no lo sé (ríe).
P.- ¿Pero usted cómo definiría su proyecto?
R.- Lo único que digo es que hay muchas empresas que merecerían ese mismo premio. Hay muchas que están en el mundo rural; en general, todas las agroalimentarias son del mundo rural.Hay grandes empresas en Zamora que lo merecerían seguro; bodegas incluidas.
P.- Es que… ¡qué sería de Zamora sin vino y sin todo lo demás que hay en nuestra despensa, que es mucho!
R.- Anda que no tiene importancia el queso, por ejemplo, y muchos más alimentos, ¿verdad? Seguro que en esto ha contado que va uno ya viejo y dicen “bueno… Hay que darle a este una consolación de mayor” (vuelve a reír).
P.- Es muy modesto; estoy segura de que se ha valorado el que su empresa sitúe en el mapa Toro. No sólo a Toro, sino a nuestra provincia.
R.- En eso sí tienes razón. Es verdad que hemos hecho cosas, sobre todo en un momento en el que no se hacía nada, porque ahora se hacen muchas cosas. En un momento sí lo hicimos, antes que otras empresas.
P.- ¿Se refiere a exportar fuera de España, especialmente?
R.- Claro, a exportar vino e incluso en el mercado nacional también.
P.- Si echa la vista todavía más lejos, ¿qué me cuenta? ¿Lo suyo fue vocacional o considera que siguió el negocio familiar por inercia, porque era lo que tocaba?
R.- Esto lo empezaron mis padres y quieras o no, te toca. Veníamos de la escuela y mi padre siempre me decía: “¿Quieres venir conmigo a la bodega?”. Era una bodega pequeñita. Yo le decía que sí, me cogía de la mano y me llevaba. Me decía: “Mira cómo son las cubas, mira cómo se saca el vino…” Todas estas cosas te terminan gustando o no gustando. A mí me gustaron, así que después hice Enología. Mi padre tenía una bodeguita muy pequeña y decidí entre irme a trabajar a una empresa en la que me habían solicitado o cambiar el sistema de la bodega, ampliarla y hacer lo que estaban haciendo en toda España. Ya sabes cuál fue la decisión.
Ahí me empecé a involucrar de verdad. Y detrás de eso vino lo de Toro. En aquel momento había dos cooperativas, una en Morales y otra en Toro, con Antonio Roldán, que era el presidente y tenía muchas ganas de que cambiaran las cosas. Estaban COAG y ASAJA como asociaciones de agricultores y recientemente habían hecho Denominación de Origen Ribera del Duero; la siguiente en la región debería ser Toro. Todo el mundo tenía ganas de que todo eso cambiara y se consiguió la Denominación. El ministro Romero dijo que no se iría del Ministerio sin firmar con Toro. Y así lo hizo.
P.- ¿Qué es lo que atrapa a los consumidores del vino de Toro?
R.- Toro tiene una variedad, pero sobre todo tiene un suelo y un clima que da una tipicidad de aromas que se diferencia de muchas regiones y eso sí que la gente lo percibe. Empiezan por percibirlo los importadores, los que realmente trabajan el vino, pero cuando llega al consumidor, también. Les gusta. Es el clima y variedad lo que hace que sea diferente. Y luego cada bodega tiene su forma de elaborar, de barricas… Todas estas cosas ya son un poco de la bodega, pero lo genérico, lo que es igual para todos, es variedad, clima y suelo.
P.- Entonces si le pregunto cómo ha evolucionado el producto en estas décadas tal vez me diga que poco, si la base es la misma…
R.- Claro, cuando hablan de eso yo siempre digo que ha cambiado muy poco porque tenemos la misma variedad, el mismo suelo, la misma lluvia y el mismo sol. Lo que sí se ha mejorado es que las bodegas tienen instalaciones mucho mejores que antes. Antes teníamos depósitos o cubas muy antiguas, muy difíciles de limpiar, la higiene era complicada y en eso se ha mejorado. En todas las de España, no sólo en Toro.
P.- ¿Cuál es su visión a futuro para seguir fortaleciendo y expandiendo su proyecto empresarial?
R.- El futuro lo veo como ha sido hasta aquí. De China, de Rusia o de Estados Unidos no vienen a buscar vino a Toro porque muchos no saben dónde está. Lo que queda es seguir elaborando buen vino, maleta, viaje y mostrarlo por ahí en ferias.
El Consejo Regulador está haciendo un buen trabajo porque trae misiones inversas de muchos países. Lo que queda es enseñarlo por el mundo y venderlo y eso ya tienen que hacerlo las empresas, cada una como mejor pueda. Lo de Toro no es fácil. Es una denominación de origen pequeña y cuesta mucho darla a conocer. Cuesta muchísimo dinero el hacer publicidad.
P.- Me habla de exhibir el vino de Toro por el mundo, ¿recuerda aquella primera experiencia exportando? ¿Cuál fue el primer país en el que dejó su maleta para este fin? ¿Lo tiene instalado en su memoria o después de tanta evolución ha quedado en el olvido?
R.- Lo recuerdo perfectamente. Eso se queda grabado en la mente para toda la vida. Las primeras que nos compraron vino fueron una empresa suiza y una americana. Fuimos a una feria a Burdeos, lo cataron, les gustó y empezaron a comprar. Fueron los dos primeros clientes que tuvimos fuera.
P.- Por su experiencia, ¿el vino de Toro gusta igual dentro que fuera? ¿En todos los países tienen la misma sensación al probarlo?
R.- Creo que en muchos países lo que quieren es probar cosas diferentes y si son buenas, pues hay un porcentaje que se queda como consumidor. Fundamentalmente, hay que llevarlo donde no está y donde la gente esté demandando cosas distintas. Tenemos una oportunidad de enseñarlo, de darlo a catar y de explicar cómo es la Denominación y los suelos.
P.- Hay muchísimo por explorar.
R.- Muchísimo, muchísimo. No digo que sea fácil, pero hay muchas puertas donde llamar. Hay mucho por recorrer. No es fácil, pero existen posibilidades.
P.- Quiero preguntarte también por el concurso de pintura del que sale la obra ganadora que se convierte en etiqueta de cada añada. ¿Cómo surgió esta idea de aunar arte y vino?
R.- Nosotros teníamos un cliente muy bueno en Holanda y todos los años lo visitábamos un par de veces. Cuando lo visitamos uno de esos julios, estaba preocupado porque decía que él vendía mucho vino francés y los franceses habían hecho unas experiencias nucleares y todos estos países nórdicos se negaban a comprar productos franceses. Estaba muy preocupado. Nos preguntaron si nosotros hacíamos algún tipo de vino con esa clase de elaboración. Les respondimos que sí y nos dijo: “Si hacéis un vino que sea de maceración carbónica y me enviáis una muestra y me gusta, os encargo cien mil botellas. Eso sí, tiene que llevar una etiqueta con unos cuadros que tengo yo de un pintor holandés”.
El primero y el segundo se los llevó con sus cuadros y al tercero dije: “Pues mira hay que hacerle una etiqueta con un pintor español”. Se lo encargamos a la pintora y escultora Salud Parada; después Fernando Lozano Bordell nos hizo una. Y ellos dijeron: “¿Por qué no hacéis un concurso nacional de pintura, que eso le viene muy bien a pintores jóvenes y es también algo importante publicitario?” Y así nació.
P.- ¿Manuel Fariña celebra con vino, come con vino, con su vino?
R.- Yo todos los días me tomo una copita siempre en la comida y otra en la cena porque cuando voy a comer muchos días, hemos estado catando y ya llevas una parte tomada. Si se da bien, otra copita más. De los nuestros y de otros porque cuando viajamos solemos comprar vinos de distintas zonas que luego los catamos o los tomamos en casa para ver cómo son o con qué tipos de comidas van. Vinos de España o de fuera que no son los nuestros
P.- ¿Qué vino no español elegiría?
R.- Un Merlot de Burdeos, por ejemplo.
P.- Por lo que se vislumbra en cada una de sus respuestas, las tareas que realiza cada día más que un trabajo son una pasión, ¿verdad?
R.- Sí, me he pasado toda la vida entre vino, desde que nací.
P.- ¿Y cómo ve a quienes toman y tomarán su relevo?
R.- Ellos lo tienen más difícil que lo tuve yo. Yo empecé despacito y no había mucha competencia y en estos momentos es mucho más difícil y duro vender.