Amedrenta a los niños en una escenificación multifacética, a medio camino entre lo carnavalesco y lo teatral, siempre con diferentes significados, así como escenas graciosas y pintorescas. En resumen, así se podría definir la Obisparra de Pobladura de Aliste (Zamora), otra mascarada más que se ha trasladado a la época estival para mantener viva la tradición en el momento del año con más vecinos, pues tradicionalmente se representaba el 26 de diciembre.
Esta representación, recuperada en 2005 tras varios años sin salir, simboliza a una fiera bicéfala que enciende a la provincia de Zamora y la nutre de sonido, luz y color. No en vano, siempre ha sido uno de los principales elementos de la cultura tradicional zamorana que formaba parte de las conocidas mascaradas de invierno.
Pyfa Montgomery, en ‘Mascaradas de Infierno. Vol. 1’ (Editorial Semuret, 2021), habla de que “alguien invocó a esta fiera bicéfala pensando que la podría domar y utilizar para su beneficio; sin embargo, no podía estar más equivocado y no contaba con su descomunal fuerza y sus ansías de destrozar todo lo que se encontraba a su paso”. “Aún con ambas testas ciegas, su impresionante y eficaz olfato te buscará, te perseguirá y acabará revolcándote en cuanto estés delante de la Obisparra”, relata el autor, como una forma de advertir lo que se le viene al visitante.
En Pobladura de Aliste esta mascarada siempre estuvo ligada a las comedias que se representaban en Nochebuena o Navidad, constituyendo, de alguna manera, una forma de que los actores “cobraran” por su trabajo. Y es que el acceso al corral en el que tenía lugar la comedia era totalmente gratuito. Por ese motivo, los actores pasaban al día siguiente por las casas de la aldea, vestidos con sus respectivos disfraces, para pedir a los vecinos una colaboración por el espectáculo, acompañado de toda una serie de elementos religiosos, sociales y folclóricos, lo que constituye en sí la tradicional Obisparra.
Ésta se anunciaba mediante un acto, entre teatral y carnavalesco, a primera hora del día de San Esteban, con carriles de paja por las calles del pueblo. Era entonces cuando las gentes salían a la calle del pueblo para ver la posterior representación, en medio de las carreras de los actores por terminar de enfundarse en su disfraz. En ella intervienen dos sembradores, dos bueyes, el gañán, el arador, la filandorra con el niño y el soldado, el ciego, el mendigo y el piojoso, mientras que el componente folclórico lo ponen el bailador y la bailadora, personajes secundarios que visten el tradicional traje alistano.
Desfile por las calles
Es entonces cuando comienza el desfile por las calles del pueblo con un nutrido grupo de personas, que acompañan a los bueyes, centro de atención de la mascarada. Lo encabezan los sembradores, que esparcen paja por la calle, simulando el acto de la siembra. Les siguen el arador y el gañán, dispuestos a arar los campos que los sembradores habían sembrado previamente. Los bueyes ponen la nota graciosa, dificultando esta tarea a los sembradores. Se trata de una vestimenta con personas en su interior, cubiertas solo por un saco que los cubre desde la cabeza a las rodillas. Una especie de morro hace las veces de cabeza, adornada con unas melenas que cubren sus ojos, con flecos de cuero, orejas y cuernos atados al mismo. Para ir unidos van atados a un yugo y arrastran un arado.
Les siguen la filandorra con el niño y el soldado, en una actuación más serena que la del grupo precedente, aunque siempre contando también con la participación del público en la representación. A continuación desfila el ciego, con el mendigo y el piojoso, que es el personaje que más risas provoca entre el público. El cortejo lo cierran el bailador y la bailadora, que hacen de las plazas del pueblo verdaderos escenarios de exhibición de sus habilidades, acompañados por el gaitero y el tamborilero.
Esta escenificación multifacética incorpora elementos profanos, religiosos, sociales, folclóricos, carnavalescos y costumbristas. La representación finaliza con un baile en la era en el que los actores se mezclan con el público, con el que concluye la representación.