Dos huevos, jamón serrano (fresco o en proceso de curación) y pan para almorzar el Domingo de Resurección. Esta delicia simple, y también contundente, se degusta en honor a Cristo resucitado tras la procesión del Encuentro, en el barrio de la Horta, y en el resto de bares de la capital. Se denomina dos y pingada y simboliza el fin de la abstinencia en estas fechas. Se trata, sin duda, de uno de los platos más populares de la Semana Santa en nuestra provincia, cuya despensa se antoja eterna. Este manjar ocupa un lugar señalado en la lista de elaboraciones más consumidas en unos días en los que tampoco faltan el arroz a la zamorana (presente todo el año en nuestras cocinas), las mollejas a la zamorana o el lechazo, tan propio de nuestra gastronomía.
No debemos olvidarnos de la sopa de ajo, que también lleva pimentón, aceite o manteca, sal y pan. En algunos casos, se le añade chorizo, huevo o jamón para convertirla en lo que se llama sopa de boda o al cuarto de hora. Una mezcla que va directa, en cazuela de barro, al horno. Allí es donde se forma una característica costra en la superficie que se gana el “like” de los comensales.
Asimismo, tenemos presente en esta clasificación un guiso de altura: el bacalao al ajoarriero, que se realiza con salsa de tomate. Existe una diferencia entre este pescado y el que porta el subtítulo “a la tranca”. En este caso, le echamos garbanzos. Se incorporan también el bacalao y los garbanzos en el potaje de Vigilia, al que hay que añadir otro ingrediente importante: las espinacas. Esta elaboración resulta ideal para el Viernes Santo.
Y entre estos platos relevantes de la gastronomía semanasantera en nuestra provincia figuran igualmente las ancas de rana a la benaventana. Aunque en esta zona se preparan también al ajillo y rebozadas, en estas fechas destacan especialmente las guisadas en salsa roja.
¿Y qué ocurre con los postres? A las típicas torrijas, las roscas de anís y los buñuelos, que proliferan en toda España, hemos de añadir los rebojos (bizcochos cuya parte superior está más cocida que el resto y cubierta de azúcar) o los feos de Villalpando, con su intenso sabor a almendras. ¿Sabías que estos dulces datan del siglo XIX? Al parecer, fueron producto de un error, de una masa que en principio iba a ser para otro postre. Esa fallida pasta había quedado dura y poco vistosa (de ahí su nombre).
Si a todos estos manjares les añadimos una copa de vino de la tierra, la comida semanasantera resultará espectacular. ¡Buen provecho!