Fátima Álvarez: "Definiría 'Causa y efecto' como un canto de esperanza para los adolescentes"

​La joven periodista zamorana publica su primer libro, una obra que forma parte de su terapia (sufrió una depresión sin tratamiento durante años).
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Un "cuaderno de terapia emocional" que ha querido compartir con el mundo. Así es la primera criatura de Fátima Álvarez, una joven periodista zamorana que ha vertido en esta publicación los sentimientos, emociones y miedos que le han acechado durante una depresión sin tratamiento. El abatimiento y la melancolía se apoderaron de su ilusión demasiado pronto, en la veintena. Por suerte, la escritura ha ejercido como la compañera ideal para una catarsis completa, le ha tendido la mano para que hoy pueda hablar desde otra perspectiva de lo que ella llama "las personas vitamina", el uso de las redes sociales, el confinamiento y la enfermedad mental. Charlamos sobre la liberación de sentimientos que ha supuesto para ella este primer título.


PREGUNTA. -  Como tú misma dices, en ‘Causa y efecto’ has vertido los sentimientos más potentes de tu día a día después de un año repleto de incertidumbres por la pandemia. ¿Cuáles eran esos fantasmas que te acechaban en aquellos momentos?

RESPUESTA. - Los fantasmas de los que escribo no son los que aparecieron en la pandemia, sino los que se acentuaron. Yo sentía desde hace muchos años que debía expresar con palabras todo aquello que ha dañado durante mis primeros 20 años de vida, pero nunca encontraba el momento de materializarlo. En 2020, con la llegada de la pandemia, las horas a solas y en silencio crecieron, y los monstruos se fueron acentuando. Algunos de ellos llegaron a paralizarme durante semanas. Mi cabeza se llenaba constantemente de voces que me provocaban miedo al fracaso, incertidumbre por la situación y sus posibles consecuencias, revivían mis traumas de la niñez y la adolescencia. Pero, sin duda, la voz que predominaba era la que me decía que no sería capaz de volver a encajar en la vida social que tenía anteriormente. “Causa y Efecto” se forjó durante 2021, cuando sentí que esos miedos que me paralizaron durante el año anterior querían salir. Y lo dejé fluir.


P. ¿Podrías decir que, pese a lo sobrecogedor que puede parecer el relato, es un libro esperanzador? ¿Cómo lo definirías?

R.- Sin lugar a dudas. Para mi ha sido la terapia a nivel emocional que no me he podido permitir. Es muy importante acudir a un profesional cuando estamos mal, pero la escritura es una válvula de escape para los pequeños requiebros.


Yo, sin dudarlo, definiría este libro como un canto de esperanza para los adolescentes. Quizá a veces, en esa edad en la que no sabemos ni lo que queremos, necesitamos saber que lo que sentimos también lo sienten otras personas y está bien.


P. -   En esta publicación no sólo te abres en canal, sino que muestras una parte de tu intimidad de la que muchas personas son recelosas. ¿Tuviste claro desde el principio que debías sacar a la luz tus reflexiones o te lanzaste después de sopesarlo mucho como parte también de tu terapia?

R. - No lo pensé. Tampoco entraba en mis planes que llegara a ser un proyecto con la envergadura que ha alcanzado. Pero cuando me decidí a publicarlo, no fui recelosa a la hora de mostrar mis sentimientos, aunque sí es verdad que muchas cosas se quedaron en el tintero mientras hacía una selección de todo lo que había escrito por miedo a que se prejuzgaran mis ideas y gustos.


P. -  ¿Cuál ha sido la recepción de la gente de tu alrededor que se ha acercado a tus textos? ¿Te ha sorprendido? ¿Qué te han comentado al respecto?

R. - “Causa y Efecto” está teniendo una aceptación bastante buena. Desde luego mucho mejor de lo que me había imaginado. No me está sorprendiendo el hecho de que haya llegado a las casas que ha llegado, sino el apoyo real que se siente una vez que el libro ha convivido con los lectores. He recibido muchos comentarios de apoyo de todo tipo, pero lo que más me ha gustado es que me piden más. Y la verdad es que estoy muy orgullosa de que esto ocurra.


P. Has comentado que durante años sufriste una depresión sin tratamiento y que la escritura te sirvió para liberar tus sentimientos. ¿Qué consejo das a esos jóvenes que están pasando por lo mismo que tú y que se encuentran perdidos? ¿Cómo se puede hallar una motivación entre tanta tristeza?

R. - Es tan difícil aconsejar sobre un tema tan delicado… Lo primero de todo es muy importante saber diferenciar entre tristeza y depresión. Es muy bueno sentirse triste, tanto como estar alegre o sentir ira; lo importante es saber canalizar y gestionar los sentimientos. Yo sé que habrá quien diga “Es que es muy fácil decirlo”… Consejos vendo que para mí no tengo.


Desde mi punto de vista, cuando nos encontramos mal, tristes, agotados de la vida, es aconsejable hablar. Pero hablar con personas vitamina, aquellas a las que les puedes confiar tus debilidades y te ayudan a salir más fuertes; aquellas de las que te rodeas para salir más fuerte juntas, no por separado. Y, por supuesto, acudir a un profesional. No pasa nada por ir al psicólogo para que nos enseñe a utilizar nuestros sentimientos como una energía motivadora de cambio.


P. - Los expertos han identificado un gran vacío existencial en los jóvenes que vendría motivado por la pandemia. Una vez pasada la crisis sanitaria, ¿crees que sigue existiendo una incomunicación, quizá avivada por lo impersonal de las redes sociales, que puede conducir a desequilibrios mentales en esta parte de la sociedad?

R. - Sí. Rotundamente. De hecho, durante el confinamiento aumentó el uso de las redes sociales para comunicarnos como nunca lo habíamos hecho. No parábamos de ver personas cocinando, bailando, haciendo ejercicio, aprovechando cada segundo. Pero, ¿y qué pasa con aquellas personas que no pudimos pasar el confinamiento con nuestras familias? ¿Qué pasa con aquellas personas que no tenían recursos? Al final, consumíamos una felicidad (apuesto a que, muchas veces, impostada) que no podíamos tener, y eso nos hacía sentir un poco vacíos. Y nada nos llenaba porque nada era igual que… Ese es el gran problema de las redes sociales: que nos mostramos en los momentos bonitos sin saber quién es realmente la persona que sustenta la máscara sonriente, pero queremos ser como ella.


P. - A tu juicio, ¿cuáles son los problemas cotidianos a los que os enfrentáis los jóvenes que pueden desembocar en una enfermedad mental?

R. - Yo diría que el problema se resume en uno solo: la incertidumbre. Pienso que los jóvenes de hoy en día estamos sometidos a la mayor presión social de todos los tiempos. El mundo evoluciona demasiado rápido y no estamos preparados totalmente para cubrir las necesidades que se nos exigen. Vemos día tras día cómo es muy difícil encontrar trabajo; que, cuando lo encuentras, tienes que desplazarte a una gran ciudad, donde tienes que alquilarte una habitación de 10 metros por el 70% de tu sueldo; que con lo poco que te queda apenas te da para hacer la compra del mes y salir un sábado con tus amigos a tomarte un par de cervezas, porque ahorrar para comprarte una casa es inviable; no puedes formar una familia porque ni tu trabajo es estable ni las relaciones son sanas… Suma y sigue. Conjuga todo esto con una autoestima un poco baja y acabas en una crisis existencial que no la apacigua ni el alcohol (que tampoco es la solución).


P.-   Esta es tu primera incursión en la escritura, pero, como comunicadora, ¿sientes interés por otros temas más allá del que tratas en este libro que te gustaría abordar en un futuro?

R. - Tengo en mente tantísimas cosas después de dar este paso (sonríe). Estoy segura de que trataré más temas, seguiré otras narrativas y me probaré hasta dónde soy capaz de llevar mi mente.