El medio ambiente es inocente

No he vuelto a pisar el barrillo, con los pies desnudos, en el suelo de agua bajo el puente de la vía del tren.
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Jesu00fas Formigo  ICAL . El refugio de animales de la 'Aldea del Burrito'


Fdo. Dionisio de Ana Prieto


No he vuelto a pisar el barrillo, con los pies desnudos,  en el suelo de agua bajo el puente de la vía del tren. Al cruzar el río, descansaba, pisaba erguido, casi hundido y lo notaba suave. Pero me alegro que ese fango haya desaparecido. Estoy convencido que el río, entre puentes, está mejor que en mi infancia, aunque innovando en esa zona, podría mejorarse, naturalmente.


La presa que canaliza el agua hacia las aceñas, estaba en algunos tramos rota, brincando el agua y los peces por las grietas hacia la arena del otro lado de la presa. Horadaba en la arena mojada con las manos hasta conseguir una poza, relativamente profunda, que en una hora estaba llena de peces atrapados por no poder salir hasta que la poza desapareciera rota por la corriente,  liberando así a los barbos atrapados, moviéndose a sus anchas río abajo. O, por donde quisieran. La presa hoy está sólida, pero sin el encanto de los saltos de los peces. Era una forma muy sencilla de pescar sin utilizar más medios que el propio río.


El agua como el fuego,  corren, mansamente o fatales. Y al correr van dejando señales, siempre señales, y siempre fatales por el fuego devastador.


Y al quedarse los lobos por el fuego reciente en la sierra de la Culebra sin paisaje, los he metido en mi casa y han dejado de ser salvajes. Y fueron agradecidos. Salieron un día al corral y,  después, la sabia naturaleza, les ha devuelto su belleza. Me dijeron adiós y se fueron…


Los corderos y las ovejas de las tenadas, lloraban de pena cuando se marcharon. Los cabritillos, también,  ¡pobrecillos! E incluso, algunos de ellos, se ofrecieron de reclamo para ser atados al mogote de piedra en el centro de los cortellos dos lobos, fosos da cabrita, loberas o curros dos lobos, recintos circulares alrededor de 30 mt de diámetro, delimitados con una pared de piedra, construida sencillamente, en torno de tres metros de altura,  ubicados a media montaña, aprovechando la inclinación de la ladera, de forma que la parte exterior del muro situado monte arriba, se encuentra a nivel del terreno, facilitando la entrada del lobo de un salto.


El problema para el lobo era luego salir del recinto, pues la cara interior  de la pared está formada por lajas o piedras llanas o lanchas salientes que dificultan la huida del lobo del reciento.


Allí quedaba, y ni siquiera tocaba al reclamo, preocupándole sólo salir, aunque, infructuosamente,  dando vueltas y vueltas. La construcción etnográfica para ese fin era perfecta. Y desde luego, desde el punto de vista del medio ambiente, nada tiene que ver de perjuicio para el lobo como el fuego.


Ya se cita la existencia de tales construcciones populares en la Alta Sanabria en el libro de Montería de Alfoso XI.


Conocida la captura por cualquier vecino, al grito de ¡lobo no cortello!, daba aviso a los demás vecinos, convocados todos mediante el repique de campanas de la iglesia a la puerta del cortello. Normalmente eran los mozos del pueblo los encargados de entrar al recinto para reducir al lobo, utilizando espadalleiras u horquillas agrícolas. Apresado e inmovilizado el lobo con anillas y bozal de hierro, lo paseaban en un burro por el pueblo, recibiendo los capturadores monedas y productos de la tierra como recompensa por el apresamiento.


Berrunto que fueron los propios lobos los que enseñaron a los lugareños de las sierras nevadas a defenderse de ellos mismos cuando no tenían que comer en su hábitat,  necesitando bajar al pueblo a “pillar algo”. Los lobos sabían cómo sonaba el viento en invierno, y lo mostraban al pueblo mediante una teja que los propios lobos le pusieron su  nombre: la teja del lobo.


Y es que en el invierno,  la sierra se cubre de nieve. Y el viento se esconde por la noche, para avisar por el día del peligro ¿No has oído hablar de la teja del lobo? –me preguntó un aldeano de la raya?

_Pues, no ¿Qué es eso? –le respondí.


_Es una teja que se sitúa en la cubierta de las casas de la raya zamorana con Portugal o, mejor, dos tejas unidas de forma muy peculiar entre sí y en relación con el resto del tejado, de tal manera que sólo un viento bien caracterizado puede transformarlo en una especie de instrumento musical, haciendo emitir primero un largo silbido que va aumentando en intensidad y agudeza hasta traspasar los límites del silencio. Después, el silbido es aún más estridente –me explicó el anciano, con cara de satisfacción y sabiduría.


_Ese viento tan especial, que hace estremecer a la teja, ¿es el viento anunciador de la bajada de los lobos? –pregunté. Efectivamente, me dijo, es el viento indicador de que en la sierra sólo hay nieve y, por lo tanto, allí  toda forma de vida depredadora  se ha hecho imposible. Y, por ende,  los lobos no tardarán en bajar hasta los espacios habitados por el hombre y sus ganados para buscar comida.


No tomé nota cuando subí con el anciano al tejado para indicarme  la ubicación exacta de la teja, pero como el Derecho Consuetudinario lo gravé en mi memora, como quería el anciano sabio. No era necesario escribirlo por evidente.


Las tradiciones populares y su conciencia, además de sabias, son inocentes y deben perdurar. El medio ambiente, también es inocente y,  su ataque, sabido es, muy doliente. La conciencia medioambiental, para su defensa,  también conlleva tradiciones populares, aunque sin olvidarse nunca de la ciencia.


Eduardo Margareto  ICAL . El biu00f3logo especialista en lobos