Mónica Ramos: "Las mujeres reclaman poder envejecer sin ser juzgadas y se debe implementar una visión de género en los cuidados gerontológicos"

La antropóloga social imparte una charla en 'Encuentros para el Feminismo' organizada por la Concejalía de Igualdad.
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La ‘oscarizada’ Meryl Streep denunciaba, en una de sus intervenciones públicas, como las actrices sufren discriminación por la edad, es más, refutaba su afirmación y así reveló que estuvo a punto de no conseguir su papel protagonista en ‘Los Puentes de Madison’ por esta razón. La película fue rodada en 1995; Maryl Streep tenía 45 años y Clint Eastwood, 64.


Es un ejemplo de la discriminación múltiple que sufren las mujeres por “edadismo y machismo” y no sólo ocurre en el ámbito del cine sino también en otras profesiones como el periodismo-sobre todo en la televisión- donde se requiere una buena presencia física y ser muy agraciada para presentar un informativo en ‘prime time’.


Así lo cree la Antropóloga Social y especialista en envejecimiento y género, Mónica Ramos, quien participó en los ‘Encuentros para el Feminismo’, un ciclo de actividades organizadas por la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Soria, que trata de hacer reflexionar sobre la necesidad de que se produzcan cambios en la sociedad para hacerla más igualitaria.


Relata a la agencia Ical como a Madonna también le ocurrió algo parecido, es decir, una parte de la opinión pública la puso en cuestión cuando hace un par de años, con sus 60 recién cumplidos, se resbaló durante un concierto. En EEUU las revistas llegaron a trasladar a la opinión pública que debería de darse cuenta de su edad y plantearse bajarse de los escenarios.


Madonna es una mujer que se cuida, hace lo que le da la gana y está estupenda para subirse a un escenario, según Mónica Ramos, quien advierte que demonizaron a una cantante con 60 años cuando la banda de hombres de los The Rolling Stones “van arrastras” y Raphael en España, que “tiene más años que la tos”, llena sus conciertos y la gente paga por escucharle.


Lo bueno de todo esto es que ahora sí este tipo de discriminaciones “chirrían” y la sociedad se empieza a percatar de las desventajas, que en muchas profesiones que guardan relación con la imagen sufren las mujeres.


“Todas las actrices te dicen que cuando llegan a una edad ya no optan a papeles protagonistas, sino más bien a ser ‘la madre de’ o ‘la abuela de’, cosa que a los hombres no les pasa porque pueden ser protagonistas porque van a robar a un banco o viajan a la luna con 80 años”, indica, para señalar que esto es un sesgo muy importante en la actualidad.


Durante su charla, bajo el nombre ‘El envejecer de las mujeres en clave feminista’, la doctora en Antropología Social, apuesta por implementar una mirada feminista a los cuidados gerontológicos, porque el envejecimiento no afecta igual a los hombres que a las mujeres. “Vivimos en una sociedad en la que ser hombre o mujer no se ve de la misma manera. Nosotras arrastramos unas discriminaciones durante toda la vida y cuando llegamos a la vejez es un sumatorio y se hacen, más visibles”.


En este sentido, aseguró que las mujeres mayores han estado “absolutamente invisibilizadas”, es más, “nunca han tenido voz ni les han escuchado sus experiencias y se las ha tratado como si envejecieran igual que los hombres”.


Para la antropóloga existe un doble rasero para envejecer para los hombres y mujeres. Ellas envejecen antes y se les juzga, mucho más, su aspecto físico. “Nosotras tenemos que estar delgadas, echarnos crema, no tener canas, pero los hombres pueden envejecer y son unos ‘maduritos’ estupendos”, critica.


Es por ello, que insiste en la necesidad de “superar esta situación”, y advierte que muchas féminas, afortunadamente, tienen superado estos roles, sobre todo, las mujeres mayores que “dan valor el hecho de haber llegado a mayores, de ser sabias y longevas y se ponen el mundo por montera”.


Asimismo, detalla las desventajas que las mujeres arrastran a lo largo de su ciclo vital que hacen que cuando llegan a la edad longeva lo hagan en peores circunstancias, sobre todo aquellas,  que no pudieron estudiar y no trabajaron o lo hicieron en condiciones precarias sin cotizar a la seguridad social. “Las que se quedan con pensiones de viudedad llegan a la vejez en peores recursos, además, de trabajadores asumieron el rol de cuidadoras y cuando llegan a ser dependientes sino hay un estado del bienestar potente no pueden optar a los recursos privados”, destaca.


Asimismo, considera que existen muchos estudios sobre biología entre hombres y mujeres pero muy pocos sobre por qué las mujeres llegan en peor estado físico que los hombres a la vejez. “El cúmulo de trabajo hace que lleguemos a la vejez en peores condiciones de salud y eso hay que visibilizarlo porque sino siempre estamos hablando de diferencias sexuales y no de género. Hay que tener en cuenta la biografía femenina, es decir, han estado cuidando de todo el mundo y esto tiene un coste sobre la salud física y mental. Está comprobado que las mujeres mayores son las que más manifiestan depresión, tres veces más que los hombres".


Es por ello, que plantea  estudiar qué pasa con la vida de las mujeres para que lleguen a edades más avanzadas con peor salud, y agrega que la razón no es solo de la edad sino por haber vivido en una sociedad patriarcal en la que les han hecho estar pendientes de todo el mundo; trabajar el triple que los hombres y no disponen de tiempo para ellas mismas.


Oportunidades a la mujeres mayores

Para poder superar estas desventajas, Mónica Ramos, exige visibilizar todas las situaciones de discriminación; permitir o dar cada vez más oportunidades a las personas mayores para que disfruten de la última etapa de su vida superando esos patrones de género; y que se creen espacios de igualdad comunitarios intergeneracionales para que las mujeres puedan empoderarse.


Los embarazos, los partos traumáticos, los abortos inseguros, la violencia de pareja, entre otros, suman una vejez en peores condiciones que los hombres, pero no es la edad la que se visibiliza esas cuestiones sino su historia vital.


“Se ha invertido más en la investigación sobre la pobreza de los mayores que la vejez de los pobres. Si una persona ha sido pobre o ha tenido pocos recurso cómo va a llegar a mayor, pues en peores condiciones. Deberíamos centrar el análisis en curso vital y no en grupos de edad”, precisa.


Mónica Ramos apuesta por poner todas estas cuestiones en la agenda política, en los medios de comunicación y también visibilizarlo en la universidad para tener una mirada ética, política y científica sobre los cambios que se deben producir en la sociedad para que llegue a ser más igualitaria.


La antropóloga apuesta porque las administraciones públicas que trabajan por la igualdad deben incorporar a todas la mujeres, incluidas las mayores, y si trabajas en el ámbito de la gerontología  incluir una mirada feminista en los cuidados. “Hay que dar formación respecto al envejecimiento y sobre el feminismo”, apostilla.


Por último, la antropóloga recordó que las mujeres mayores también sufren violencia de género, es más, la mayoría la llevan sufriendo toda su vida en silencio, lo que las hace ser más vulnerable. Por lo que apuesta por poner sobre la mesa el por qué no rompieron con esa situación y qué recursos se ponen a disposición para ayudarlas.