Paolo Caucci: “El Camino es una forma intensa de vivir; un hecho emocional lleno de polvo, sudor, encuentros, amistades e incluso dolor y ampollas”

El prestigioso investigador de la Ruta Jacobea y padre del albergue de San Nicolás de Puente Fitero reconoce que uno de sus sueños es unir Santiago, Roma y Jerusalén en un único recorrido
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Paolo Caucci von Saucken (1941; Ascoli Piceno, Italia) es presidente y fundador de la Confraternita di San Jacopo de Perugia (Asociación Italiana de Peregrinos), pero también es un eminente investigador y experto del Camino de Santiago, así como el padre del albergue de San Nicolás de Puente Fitero (Palencia).


Enamorado de este rincón palentino desde que realizó su primer Camino de Santiago en 1969, en 1991, hace ahora treinta años, Caucci emprendió campañas de restauración del edificio con algunos miembros de la cofradía y con alumnos suyo de la Universidad de Perugia. En 1994 el albergue fue inaugurado, contando desde entonces con hospitaleros mayoritariamente italianos, voluntarios de la Confraternita que cada día, entre los meses de abril y octubre, ofrecen cama, cena y desayuno a un pequeño grupo de peregrinos dispuestos a vivir en las condiciones materiales de hace siglos, ya que el albergue carece de electricidad. A cambio acceden a una experiencia espiritual y de acogida fraternal.


¿Cómo nace la idea de instalar un hospital de peregrinos en una ermita románica a los pies del Pisuerga?


La primera vez que recorrí el Camino de Santiago fue en el año 1969 y entonces no encontré ni un peregrino ni un lugar donde hospedarme, pero pasé por aquí. Esto estaba completamente abandonado, no había ni tejado y el camino se lo habían comido los campos de cultivo. A pesar de todo, el lugar me encantó desde el primer momento, pero nunca pensé que se podía convertir en un lugar de acogida. Fue años después, en 1991, cuando me di cuenta que la otra cara imprescindible de la peregrinación era la acogida. Entonces, vine con mis alumnos de la Universidad de Perugia, acampamos al lado del Pisuerga y comenzamos a restaurar el edificio, tarea que nos llevó tres años y que pudimos sacar adelante gracias a subvenciones de la Junta de Castilla y León y de una cofradía de peregrinos italianos. El pasado día 20 celebramos los treinta años desde que llegamos a este lugar y aunque no pudimos celebrar la misa en el interior, fue una hermosa ceremonia con la gente de la cofradía y la gente del pueblo.


¿Para usted Puente Fitero es la culminación de un sueño?


Sí, de uno de los muchos sueños que tiene un peregrino. En el Camino hay muchos sueños. Otro de los sueños que tengo es unir Santiago, Roma y Jerusalén en un único recorrido que se pueda realizar en los dos sentidos. Ya hemos estudiado los itinerarios, los lugares más importantes y ya hemos publicado libros y hemos organizado congresos. El peregrino y el investigador jacobeo vive de sueños.


¿Cómo considera usted que debe ser la acogida del peregrino?


Las ideas las tenemos muy claras. La acogida debe ser a cambio de donativo anónimo, voluntario y que nunca se debe pedir. Nosotros no concebimos otra forma de acoger a los peregrinos. Ahora hay una peregrinación de gente muy joven que deja donativos cortos, pero a nosotros eso no nos preocupa, no estamos aquí para ganar dinero. Todos los albergues son legítimos, pero creo que en el Camino deben existir unos lugares como éste, de donativo puro, para dar sentido y valor a la peregrinación. La hospitalidad es la otra cara de la peregrinación.


¿Qué recibe el hospitalero?


Después de treinta años que llevamos aquí, no hay una tarde igual a otra. Estamos hablando del contacto con personas diferentes, cada una con una historia y una motivación distinta, con sus encantos y también con sus problemas. Es una historia vivida, una historia en la que se comparte con otras personas.


¿Hay que sacar este valor fuera del camino?


Yo creo que sí. Mis alumnos han aprendido mucho del Camino y luego cuando vuelven a sus casas y a sus trabajos guardan muchos de sus valores. Por ejemplo, el de la confianza entre peregrinos, o entre peregrinos y hospitaleros, algo que abre el corazón y que te permite hablar de cosas que en condiciones normales no harías. Es un contacto muy intenso que te permite abrirte a la otra persona.


¿A Paolo Caucci qué le ha dado el Camino?


Cincuenta años de vida. No solo personal, también profesional, dado que he dedicado mucha parte de mi tiempo a la investigación del Camino de Santiago. Hace media hora estaba en casa trabajando sobre el caso del peregrino ahorcado de Santo Domingo de la Calzada. Hemos realizado un amplio trabajo para ver las expresiones de este milagro en el arte italiano y hemos encontrado 73 representaciones del milagro de los gallos.


¿Cómo tenemos que ver el Camino en el siglo XXI?


Ahora estamos como suspendidos. El coronavirus no nos permite comprender cuál será el desarrollo del Camino. Hasta 2019 teníamos las ideas claras sobre el Camino y en los últimos cincuenta años ha experimentado un gran desarrollo, con aspectos positivos y también negativos. Ahora, con la pandemia, estamos como a la espera. Estos días he visto pasar a muchos jóvenes y no sé si esta tendencia se mantendrá o cambiará, pero lo que tengo claro es que cada vez será mayor la peregrinación internacional.


¿Se está perdiendo el sentimiento jacobeo en esta sociedad cada vez más globalizada?


Es un riesgo real que mucha gente haga los caminos a Santiago como una forma de turismo barato. Pero yo, gracias al contacto directo, siempre he visto que en el fondo del peregrino hay algo distinto. Además, el Camino cambia a las personas y aunque no encuentre la fe, después de quince días andado, lo que si encuentra es al peregrino y a las formas de ayudarse entre ellos. Los que llegan aquí son menos turistas y clientes y más peregrinos.


¿Qué es lo que queda por investigar del Camino?


Hay que investigar mucho en nuestros países de origen. El Camino de Santiago es una peregrinación europea que ha dejado innumerables huellas en muchos países, pero otro campo que se debe investigar también es la peregrinación contemporánea, la de los siglos XX y XXI, y la influencia de la Iglesia en auge del Camino a partir de 1982, de la jornada mundial de la juventud o de importantes escritores como Paulo Coello. Hay que estudiar desde un punto de vista científico los cambios antropológicos y sociales de Camino.


¿Qué ha dejado usted al Camino?


Investigación y obras como esta de San Nicolás de Puente Fitero, y otros cuatro albergues que tenemos en Italia en los caminos que van a Roma y a Santiago. También la cofradía que reúne a un buen número de peregrinos. Yo ya tengo 80 años y ahora es el turno de que mis hijos y mis alumnos continúen investigando.


¿Qué tiene el Camino que engancha tanto?


Es una forma intensa de vivir lo que se está haciendo, incluso en el aspecto físico. Es un hecho emocional lleno de polvo, sudor, encuentros, amistades e incluso dolor y ampollas. Es una emoción verdadera.


¿En qué consiste la ceremonia que realizan en Puente Fitero?


Hemos visto que todas las culturas, desde lo griegos hasta los árabes, han considerado importante la acogida en su propia casa. En todos los clanes, cuando llegaba un extranjero se le cogía por la mano y se le acompañaba al interior de la vivienda, y también había rituales sencillos como romper el pan, lavarle las manos o los pies, tradición que en el Camino de Santiago se realizaba en los monasterios benedictinos. Nosotros, para dar más valor a la acogida, lavamos simbólicamente un pie, lo que quiere decir que a partir de ese momento forma parte de nuestra familia.