La mujer en el arte y en el deporte

​Los Libros de Historia han borrado hasta bien poco los nombres de artistas superlativas por el simple hecho de no ser hombres. Las Bellas Artes son, junto al mundo deportivo, los terrenos donde se las ha silenciado con mayor contundencia.
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Frida Kahlo


Que levanten la mano aquellos que aprendieron más de cinco nombres de pintoras clásicas en el colegio. ¿Nadie en la sala? No nos extraña; son las grandes olvidadas en los libros de texto de Historia del Arte. Ni rastro de ellas en estas páginas hasta hace bien poco. Para algunos, las féminas descubrieron el pincel a partir de la irrupción de la gran Frida Kahlo. Sin embargo, sabemos que desde que el mundo es mundo, las mujeres han confeccionado sus propios diseños para plasmarlos en tapices, han cubierto de color los frescos de monasterios y conventos e incluso se han afanado en los estudios de escultura de sus maridos para que ellos reciban los laureles.


'Sofonisba Anguissola


Y después viene el colmo de los colmos: esposos que se apropiaban de las creaciones de quienes les cocinaban. El ejemplo quizá más popular gracias al cine es el de Walter Keane (Tim Burton contó su historia inventada en Big Eyes), archiconocido en la California sesentera por ‘sus’ retratos con enormes ojos repletos de tristeza. Fue tan aclamado que incluso el mismísimo Andy Warhol alabó su trabajo… o, más bien, el de su mujer, Margaret, que tardó un tiempo en descubrir que la persona con la que compartía su vida se dedicaba a propagar que él era el autor de sus obras, que, dicho sea de paso, se vendían como chicles. Grandes ojos y gigantescas mentiras.


El talento de Margaret era evidente; también, el de Leonora Carrington, pareja del célebre Max Ernst, quien vampirizó el desparpajo de su compañera con la paleta de colores mientras ella permanecía a la sombra y escondía sus creaciones. No le fue mejor a Angelina Beloff, primera esposa de Diego Rivera, que después se casaría con Frida Kahlo. La rusa sí fue bien considerada en su momento, de hecho, recibía la mayor parte de los encargos de la alta alcurnia de París. En este caso, fueron la envidia de Rivera y la pérdida del hijo de ambos los causantes de su decadencia.


TENER AL RIVAL EN CASA


Trabas como estas asolaban antaño a artistas que compartían vida con un compañero de ruta que resultaba ser también su rival sobre el óleo. Que se lo digan a Lee Krasner, auténtico referente del expresionismo abstracto; le costó Dios y ayuda desvincularse del “esposa de Jackson Pollock”. A la lista de mencionadas debemos añadir aquellas (no pocas) que permanecieron ocultas bajo el devastador “anónimo” (así tenían que firmar muchas chicas talentosas) que ha enterrado la historia para siempre. Valorando esta realidad, se antoja casi un milagro que exista una miniatura del año 975 (Beato de Girona) firmada por Ende y considerada la primera obra de arte con rúbrica femenina. Si Ende fue una copista encargada de iluminar códices en el siglo X, la española Maruja Mallo se erigió como una de las grandes surrealistas de la Generación del 27. Eso sí, fue desterrada de los libros, quizá por sus provocaciones anticlericales o por declararse “la primera travesti”. ¿Qué hizo para que la historia la mirara por encima del hombro? María Zambrano lo tuvo claro: cometió “uno de los errores más destructivos e imperdonables: ser libre”.


Por si fuera poco, las declaraciones de sus homólogos no ayudaban a rescatar del silencio a las mujeres que destacaban. Las palabras de Renoir (“La mujer artista es, sencillamente, ridícula”) o las de Bocaccio (“El arte es ajeno al espíritu de las mujeres”) no hacían más que echar gasolina al fuego prendido por esas ideas retrógradas.


PROHIBICIÓN TRAS PROHIBICIÓN


Por H o por B, la justicia dio la espalda durante muchos siglos a las féminas con talento para el arte. Incluso hubo un tiempo en el que se limitaba su formación. Por ejemplo, llegó a estar prohibido que practicaran dibujo natural con un modelo desnudo. Debían conformarse con ilustrar bodegones. Sí, únicamente interiores, pues no fue hasta el siglo XVIII cuando la mayoría (exceptuando algún caso) se pudo atrever con un paisaje. ¡Hasta el siglo XVIII! Es decir, hace dos días. Suena cavernoso. Pero más sorprendente parece aún que hasta octubre de 2016 los visitantes de Museo del Prado no tuvieran oportunidad de acudir a una retrospectiva dedicada a una autora. Las quince mejores obras de la pintora flamenca Clara Peeters, emprendedora y vanguardista donde las haya, tomaron el protagonismo en las salas de un centro que actuó demasiado tarde (con 200 años de retraso, nada menos), pero que ha avanzado en su intento por otorgar a la mujer el lugar que le ha correspondido, y que se merece, en las Bellas Artes.


Maru00eda Zambrano


Así, la segunda muestra íntegramente femenina, 'Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Historia de dos pintoras', desembarcaba en el centro tres años después de la exposición de Peeters. Sus protagonistas fueron dos de las creadoras de la Europa del XVI y XVII que contribuyeron de un modo más contundente a la escalada de peldaños hacia la visibilización de la mujer. Hay que señalar también que, pese a este rescate de la creatividad femenina, únicamente diez de las más de mil pinturas que cuelgan en las salas del Prado son de mujeres artistas. Entonces, ¿los brotes verdes son solo aparentes?


Lamentablemente, aún quedan trazos del mundo misógino de aquel tiempo. Hoy, solo entre el 7 y el 25 por ciento de los fondos de los museos del planeta tienen firma femenina. Muchos como el Prado toman nota con el fin de intentar corregir la historia; el MOMA y el Metropolitan reorganizaron sus colecciones y les dieron un papel más propicio.  Por otro lado, pese a que abundan las conservadoras o comisarias, cuando se trata de tomar las riendas de los centros museísticos importantes, los hombres siguen repartiéndose la mayor parte del pastel.


PALCOS PLAGADOS DE CORBATAS

Y estas son solo algunas de las realidades que evidencian que el impulso del papel de las mujeres en el arte sigue siendo una asignatura pendiente. Por desgracia, lo que ocurre en este sector es solamente la punta del iceberg. La desigualdad también bate marcas en otros terrenos. Podríamos abordar multitud de ellos, pero nos detendremos en el deporte, por ser uno de los escenarios en los que la brecha de género parece ensancharse más. Y no solo sobre el terreno de juego; vas al palco de un pabellón y está plagado de corbatas. ¿Y ese pabellón suele tener nombre de mujer? No hay más preguntas, señoría.


Lavinia Fontana


Si en la historia del arte el papel de las mujeres parecía reservado al de musas de un pintor o al de modelos de sus cuadros, en el deporte también se ha intentado poner el foco en el lado estético de ellas en detrimento de su potencial. Esta tónica se ha repetido en muchas ocasiones (en demasiadas).


Es fácil recordar a la animada Lola Bunny del ‘Space Jam’ de los 90. Entonces, Michael Jordan compartía plano con la alumna más aventajada: una conejita pin-up sensual que dejaba su ombligo al aire y vestía pantalones muy cortos. Pues bien, Lola vuelve en 2021, según anunciaba Warner Bros no hace demasiado. Esta vez, acompañada de LeBron James, con menos pecho, una cintura no tan diminuta y con un uniforme muy diferente: más suelto y más largo.


DESEXUALIZAR A LA MUJER


Este cambio de rumbo supone un intento de desexualizar a la mujer en el cine, pero también en el deporte. No nos olvidamos de la polémica con aquella vestimenta pegada al cuerpo que decidió imponer la FIBA allá por 2011 a las jugadoras. La modificación se tomó, según la propia Federación, con el objetivo de lograr una mayor repercusión del basket femenino. Ese fue su argumento. Las redes sociales se le echaron encima, incluso se creó una web para recoger firmas contra la medida. Recordamos que el Perfumerías Avenida, sin pandemia de por medio, bate récords de asistencia con camisetas y pantalones holgados. Su entregado público va a ver a las chicas para disfrutar con su talento, no para contemplar sus encantos físicos.


Las jugadoras de la selecciu00f3n espau00f1ola posan con el premio concedido por la World Football Summit a Iberdrola.


Seguramente, entre ese público haya muchas niñas que desean ser como ellas; niñas con cualidades sobresalientes que incluso juegan para cumplir un sueño noqueado antes de tiempo. “Los chicos pierden la esperanza más tarde” que ellas, es la conclusión que arroja el estudio de la psicóloga deportiva Mar Rovira, precisamente exjugadora del Perfumerías Avenida. Esta investigación, amparada por la Federación Española de Baloncesto, deja claro que la presión por los estudios, la competencia de otras actividades o la familia, que no ve tantas salidas profesionales como en el baloncesto masculino, influyen en retiradas prematuras.


SUELDOS Y PREMIOS MÁS JUGOSOS


Es predecible que muchos padres piensen así, teniendo en cuenta las diferencias abismales entre sueldos. En este terreno, el fútbol es el rey, cómo no. Un dato: el sueldo de Neymar supera los 36,5 millones de euros netos por temporada, cifra que se alcanza también sumando las nóminas de 1.693 jugadoras juntas de las ligas francesa, alemana, inglesa, estadounidense, sueca, australiana y mexicana. Los premios en competiciones parejas son más jugosos para ellos, claro (hasta un 80 por ciento más en deportes más minoritarios como el golf). Mientras, los patrocinadores, que prefieren atletas masculinos, y los medios de comunicación, que destinan únicamente el 5 por ciento a los logros femeninos, contribuyen también a crear esa barrera que se vuelve aún más elevada cuando una deportista decide ser madre.


JL Leal  ICAL La zamorana Sara Garcu00eda u00c1lvarez, 'Premio Pu00f3dium' al mejor deportista absoluto de Castilla y Leu00f3n


Estos datos evidencian que la historia del deporte femenino ha sido siempre una lucha en busca de la igualdad. Ellas se han visto obligadas a superar los continuos obstáculos que les ha puesto la sociedad a lo largo de los tiempos. Y, como vemos aún hoy, el peso de los siglos de discriminación se hace notar todavía. Sin embargo, se ha avanzado un mundo gracias, entre otras cosas, a aquellas pioneras que desafiaron las normas desde tiempos bien remotos.


LAS PIONERAS


Viajemos a la Antigua Grecia, cuyos Juegos Olímpicos únicamente aceptaban la participación masculina. Ellas, ni cortas ni perezosas, organizaron su competición, los Juegos Hereos. Por entonces, no podían imaginar que mucho tiempo después, en 1900, una jovencita llamada Charlotte Cooper se coronara primera campeona olímpica de la historia. Charlotte arrasó en un campo que hasta esa fecha había sido hostil para la mujer: el tenis.


Jugadora de Fu00fatbol


Chattie, como así la apodaban, no se dejó amedrentar por las piedras con las que se topó por el camino. Idéntica filosofía siguieron otras deportistas que cambiaron la historia. Por ejemplo, la también tenista Lili Álvarez. Fue la primera española que compitió en unos Juegos Olímpicos y la primera en usar la famosa falda dividida, muy utilizada después en este deporte. La estrenó en los años 20, durante su participación en Wimbledon, donde disputó tres finales consecutivas. Por aquel entonces destacó también la coruñesa Irene González, la primera futbolista en competir de igual a igual entre hombres. Fundó su propio equipo, pero murió muy joven de tuberculosis.


Katherine Switzer (la primera mujer que acabó la Maratón de Boston, en 1967), Juta Kleinsmith (primera y única en ser campeona de la edición del París-Dakar en la categoría de coches, en 2001) o la patinadora Pepita Cuevas (primera española que consiguió, en 1967, ser Campeona del Mundo en una modalidad deportiva) son otros referentes imperdibles. Pero la lista es interminable. Todas ellas pusieron su alma para que hoy las mujeres puedan acudir a un estadio de fútbol, ejercer de comentaristas (locutora bilbaína Sara Estévez dirigió en los años 50 el programa radiofónico ‘Stádium’ bajo el seudónimo de Maratón. Sus crónicas del Athletic las leía un hombre) y ser campeonas en el campo, porque en la vida ya lo son.