El Patrimonio Natural de Castilla y León

​Los espacios naturales de Castilla y León son parte de ti
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Jose Alfredo


Frente al tópico, ampliamente extendido, que ve a Castilla y León como un territorio pobre, árido y  monótono, desprovisto de interés biológico y paisajístico, se enfrenta la realidad de una comunidad autónoma extremadamente variada y diversa que alberga en su enorme superficie una notable representación de medios naturales y una biodiversidad muy superior a la de las mayoría de las regiones españolas. Junto a las conocidas extensiones de pseudoestepas cerealistas, cuenta con grandes extensiones de masas forestales, cordilleras imponentes y un completo sistema de humedales donde habitan una fauna y una flora que destacan entre las más ricas y mejor conservadas de Europa.


Cabramontes




Castilla y León, con 94.226 km² de superficie es la más extensa de las comunidades autónomas que integran el territorio español. Ubicada en el noroeste de la península ibérica, la mayor parte de su territorio se corresponde con el sector septentrional de la Meseta, caracterizada por los relieves suaves o llanos, y rodeada por un cinturón de grandes macizos montañosos que se elevan a menudo por encima de los 2.000 metros. Estos son la Cordillera Cantábrica al norte, el Sistema Ibérico al este, el Sistema Central al sur y los Montes de León en el noroeste.


Avutardas



Forma parte de la cuenca hidrográfica del río Duero, aunque algunas comarcas pertenecen a las de los ríos Miño, Ebro y Tajo y, en pequeña medida, a la cuenca Cantábrica. El río Duero cuenta con una extensa red de afluentes, entre los que destacan el Esla, el Pisuerga y el Tormes. La cuenca del Miño se corresponde aquí con la subcuenca de su tributario el Sil, y la del Tajo con las del Alberche, el Tiétar y el Alagón. Hay que destacar que en Castilla y Leon fluyen ríos de todas las vertientes hidrográficas de la península: Cantábrica, Atlántica y Mediterránea.


Aguilaimperial




Se trata de un territorio de notable altitud media: 830 metros sobre el nivel del mar. Cuenta con hasta cinco picos que superan los 2.500 metros, siendo la cota máxima Torre Cerredo, en León, que alcanzan los 2.648. De otro lado, la altitud desciende notablemente en las hoyas o depresiones, como la del Bierzo y, particularmente, en el interior de las gargantas o cañones fluviales. Es aquí y, concretamente, en los conocidos como Arribes del Duero, donde encontramos las menores altitudes. En Vega Terrón, en el municipio salmantino de La Fregeneda, donde el Duero entra en territorio portugués, se ubica el punto más bajo nuestra comunidad: 127 metros sobre el nivel del mar. Como podemos ver, Castilla y León no es todo llanuras, ni mucho menos.


Buhocampestre



Debido a su ubicación y los relieves que rodean su territorio, Castilla y León tiene un clima mediterráneo continentalizado, con inviernos largos y fríos, pero con los tres o cuatro meses de aridez estival característicos del clima mediterráneo. La pluviosidad media de -450-500 mm anuales- es escasa pero su distribución es muy irregular, ya que en las comarcas occidentales de los Montes de León, la Cordillera Cantábrica y las sierras del sur de las provincias de Ávila y Salamanca, las precipitaciones llegan a los 1500 mm al año.


Ciervos



Igualmente, su territorio resulta bastante variado en su sustrato geológico, con predominio de terrenos ácidos en el oeste y y suroeste de la comunidad, y básicos en la parte más oriental.


Desde un punto de vista biogeográfico, hay que destacar que coinciden en Castilla y León dos grandes bloques: la España húmeda o eurosiberiana y la España seca o mediterránea.  La primera, representada por el dominio Eurosiberiano occidental, caracterizado por un clima lluvioso con veranos húmedos, se extiende por las montañas septentrionales de León y Palencia y los valles más norteños de Burgos. Aquí se desarrolla un bosque caducifolio fresco y frondoso, consistente en montes altos de robles albares y robles comunes, con hayedos en las umbrías, así como bosques mixtos con fresnos, tilos, tejos, abedules, acebos, etc.

En el dominio Mediterráneo se incluye la inmensa Meseta donde se desarrolla un tipo de vegetación adaptada a la sequía y al calor estival. 


Galapagoleproso




Aquí predominan las masas de encinas, que potencialmente tapizarían la mayor parte del territorio. Otras especies arbóreas características de este dominio son los quejigos, las sabinas albares, los enebros, los pinos piñoneros y los pinos negrales o resineros. En las zonas más calurosas, menos continentales, aparecen los alcornoques o incluso los acebuches y los almeces. En las frondosas riberas de los ríos son frecuentes las choperas, alamedas, alisedas, fresnedas y olmedas, éstas últimas muy diezmadas por la grafiosis.


Finalmente, en los Montes de León, el Sistema Central y el Sistema Ibérico y otras áreas de mayor altitud, sometidas a una ligera influencia oceánica, se desarrollan zonas de transición entre ambos dominios: Mediterráneo y Eurosiberiano. En estas zona de transición predominan las masas de roble marojo o rebollo y los pinos silvestres o albares, además de acoger, en menor medida,  a otras especies arbóreas características del dominio Eurosiberiano, como hayas, abedules o robles albares.


Mariposaapolo




La comunidad autónoma disfruta de una extensa red de espacios naturales protegidos, una de las más importantes de Europa. Cuenta en su interior con:


- Dos parques nacionales: Picos de Europa (León) y Sierra de Guadarrama (Segovia).


- 13 parques naturales: Arribes del Duero (Zamora y Salamanca), Babia y Luna (León), Cañón del río Lobos (Burgos y Soria), Hoces del Alto Ebro y Rudrón (Burgos), Hoces del río Duratón (Segovia), Hoces del río Riaza (Segovia), Lago de Sanabria y sierras Segundera y de Porto (Zamora), Laguna Negra y Circos Glaciares de Urbión (Soria), Lagunas Glaciares de Neila (Burgos),  Las Batuecas-Sierra de Francia (Salamanca), Montaña Palentina (Palencia), Montes Obarenes-San Zadornil (Burgos) y Sierra Norte de Guadarrama (Segovia).


- Dos parques regionales: Montaña de Riaño y Mampodre (León) y Sierra de Gredos (Ávila).


- Cinco reservas naturales: Lagunas de Villafáfila (Zamora), Sabinar de Calatañazor (Soria), Riberas de Castronuño-Vega del Duero (Valladolid), Valle de Iruelas (Ávila) y Acebal de Garagüeta (Soria).    


- Seis monumentos naturales: Las Médulas (León), Monte Santiago (Burgos), La Fuentona (Soria), Lago de la Baña (León), Ojo Guareña (Burgos) y Lago de Truchillas (León).


Loboiberico1



Asimismo, Castilla y León tiene dos humedales de importancia internacional declarados  “sitios Ramsar” en virtud del Convenio de Ramsar (Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas). Estos humedales son: Lagunas de Villafáfila (Zamora) y Laguna de la Nava de Fuentes (Palencia). Pero, además, esta comunidad cuenta con un Catálogo Regional de Zonas Húmedas de Interés Especial que protege ni más ni menos que un total de 297 zonas húmedas, distribuidas a lo largo y ancho de todo su territorio. Entre estos humedales catalogados y protegidos, podemos citar, por ejemplo: Laguna del Oso y Embalse de Rosarito en Ávila, Embalse del Ebro en Burgos, Lago de Carucedo y Laguna Grande de Bercianos  en León, Embalse de Aguilar en Palencia, Laguna del Cristo y Embalse de Santa Teresa en Salamanca, Lagunas de Cantalejo en Segovia, Laguna Negra y Embalse de Monteagudo en Soria, Embalse de la Santa Espina en Valladolid y la Laguna de Sotillo y la Laguna de Castrillo en Zamora.


Cigueu00f1asblancas



Por último, en desarrollo de la normativa comunitaria (Directiva de Aves y Directiva de Hábitats), la Red Natura 2000 en Castilla y León puede considerarse de notable importancia y fiel reflejo de la gran diversidad de su territorio. Esta comunidad autónoma ha incorporado a las listas de Zonas de Especial Conservación (ZEC) de las regiones biogeográficas mediterránea y atlántica un total de 120 áreas, con una superficie de 1.890.597 y se han incluido en la lista nacional 70 Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA), con una superficie de 1.997.971 ha. En conjunto, y descontando solapamientos, Castilla y León aporta a la Red Natura 2000 un total de 170 sitios con una superficie de 2.461.708 ha, lo que representa el 26,13% de la superficie total castellana y leonesa.


 Para ayudarnos a comprender la gran diversidad biológica que se asienta en la extensión de las nueve provincias de Castilla y León, vamos a ver algunas cifras referidas a especies integrantes de la fauna de nuestra comunidad. Ciñéndonos en exclusiva a los vertebrados (el único grupo faunístico del que existe información suficientemente exhaustiva), podemos decir que se  han citado  en ella: 360 especies de aves (218 con estatus de reproductoras),  86 especies de mamíferos, 37 especies de reptiles, 19 especies de anfibios y 35 especies de peces (22 autóctonas y 13 exóticas). Los insectos y otros grupos de no vertebrados son mucho menos conocidos y, aún así, se cuentan por millares el número de especies catalogadas. Sólo de mariposas diurnas, podemos hablar de unas 190 especies que se pueden encontrar en Castilla y León.  En cuanto a la diversidad botánica, basta saber que se conoce la presencia de al menos 3.300 especies de plantas en la comunidad.


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Uno de los medios naturales más característicos de Castilla y León son sus conocidas “estepas” cerealistas. En realidad se trata de agrosistemas, inmensas extensiones de terreno dedicadas fundamentalmente a cultivos herbáceos de secano, en especial gramíneas como el trigo, la  cebada, el centeno o la avena. Son el hogar de una fauna muy interesante, generalmente de origen estepario que en tiempos remotos se adaptó a la vida en estos ambientes artificiales, los cuales imitaban con notable perfección a sus estepas naturales de procedencia. Destacan entre esta fauna de los grandes espacios abiertos la avutarda común, gigante de las aves europeas que con hasta 18 kg de peso en los  machos está considerada una de las aves voladoras más pesadas del planeta. Considerada en situación “vulnerable” por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza en su Lista Roja de las Especies Amenazadas, la población de avutardas censada durante la primavera de 2019 en Castilla y León ascendió a 15.789 ejemplares, lo que representa el 30 % de los contingentes mundiales de la especie. Las provincias de Zamora y Valladolid albergan las dos terceras partes los individuos censados,  seguidas en importancia por Palencia, León, Ávila y Salamanca que también acogen importantes poblaciones. 


Destaca, por encima de todos, la zamorana Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila, con más de 3.000 avutardas, como el espacio natural con la densidad más alta de esta especie a nivel mundial. Conocidas en muchos lugares de la comunidad como “avetardas” o “altardas”, estas imponentes aves eligen con preferencia zonas llanas y abiertas de cereal extensivo de secano con barbechos, leguminosas de secano (alfalfa, veza) y pastizales o prados naturales. Se trata de una especie de hábitos gregarios que vive la mayor parte del año agrupada en bandos, a menudo bastante grandes, segregados por sexos (machos y hembras separados). En el período de celo, los grandes machos adultos, llamados “barbones”, protagonizan un magnífico espectáculo natural consistente en una peculiar y llamativa exhibición de cortejo cuya finalidad es atraer a las hembras. Esta exhibición, denominada popularmente “rueda”, empieza con un pavoneo de los machos mientras hinchan sus gargantas hasta el tamaño de un balón de fútbol. Entonces, se inclinan hacia delante, ocultando su cabeza echándola hacia atrás con la barbilla apuntando hacia arriba. A continuación, alzan su cola hasta pegarla a la espalda mientras giran las alas, exponiendo el plumaje blanco de la parte inferior que generalmente está oculto, con las plumas de vuelo plegadas pero las secundarias blancas erizadas. En esta posición, los machos pueden caminar durante varios minutos con la cabeza oculta y las plumas ahuecadas, mostrando una figura que puede describirse como una bola blanca con patas que es visible a simple vista desde varios kilómetros de distancia en la inmensidad de las llanuras mesetarias.


Rebecoscantabricos



El sisón, por su parte, podemos decir que es el pariente menor de la avutarda. Del tamaño aproximadamente de un pato, su hábitat es muy similar al de la avutarda. Antaño era una especie realmente abundante y muy conocida por los habitantes de las comarcas agrícolas; sin embargo, hoy en día sus poblaciones se están desplomando y podemos considerarlo realmente como una especie en peligro, aún más necesitada de protección que su prima mayor, la avutarda.


Aves igualmente típicas de las “estepas” cerealistas de Castilla y León son las ortegas y las gangas, de bellísimos y crípticos plumajes y vuelo velocísimo con el que son capaces de cubrir grandes distancias diariamente. De dimensiones similares a una paloma o una perdiz, se cuentan entre las aves mejor adaptadas a las duras condiciones de los medios áridos. Debido a que su alimentación se  basa casi exclusivamente en semillas de diversas especies de plantas silvestres, necesitan beber agua todos los días, para lo cual se desplazan sin falta a sus abrevaderos (charcas, lavajos, etc), a menudo ubicados a muchos kilómetros de sus lugares de anidación y alimentación.  En la época de cría, coincidiendo con los períodos más calurosos del año,  aportan también agua a sus polluelos mientras estos permanecen en el nido, empapando unas plumas especializadas de su pecho en el bebedero, de las cuales toman luego las crías el líquido elemento.


Otras aves abundantes en el medio agrícola cerealista, así como en los pastizales y matorrales bajos, son las pertenecientes a la familia de las aláudidas (alondras en sentido amplio), como las cogujadas común y montesina, la calandria, la terrera común, la alondra común y la muy escasa y amenazada alondra ricotí o de Dupont. Igualmente son característicos de este medio los aguiluchos cenizo y pálido, los cernícalos vulgar y primilla, la perdiz roja, la codorniz, el alcaraván, el búho campestre, el triguero, la collalba gris y el bisbita campestre y, entre los mamíferos, la popular liebre ibérica.


Si bien tradicionalmente las tierras cerealistas eran medios de gran riqueza faunística, que albergaban comunidades de vertebrados extraordinariamente prósperas, las grandes transformaciones que han experimentado en tiempos recientes las prácticas agrícolas, impulsadas por la Política Agraria Comunitaria, están conduciendo a una verdadera debacle en las poblaciones de la mayoría de las especies mencionadas. La simplificación extrema del medio, la pérdida generalizada de baldíos y de barbechos de larga duración, los cambios en la fenología de los cultivos y el uso masivo de pesticidas, entre otros temas, se encuentran detrás de esta gravísima pérdida de biodiversidad en un medio tan genuino y representativo de Castilla y León.


Pero Castilla y León no es sólo la “estepa”. De hecho esta comunidad posee una gran riqueza forestal: nada menos que unos cinco millones de hectáreas de su superficie tienen la calificación de forestal (montes, pastos, etc), es decir “no agrícola”. Y de ellas, tres millones corresponden a terrenos arbolados. Esta superficie forestal ha crecido enormemente en las últimas décadas debido, fundamentalmente, a dos factores: las repoblaciones forestales y el abandono de antiguos terrenos agrícolas y ganaderos.

Las especies arbóreas mejor representadas son: la encina, el roble marojo o rebollo, el pino negral o resinero, el pino albar, el quejigo, la sabina albar, el pino piñonero y el haya. También cuenta con notables extensiones de pino pudio o laricio, roble albar, alcornoque, castaño y pino carrasco.


Entre las grandes masas forestales de la comunidad destacan por su extensión e importancia:


- Pinares de pino albar de las sierras de Urbión (Soria) y Guadarrama (Segovia).


- Pinares de pino piñonero y pino negral de la Tierra de Pinares (Segovia y Valladolid).


- Sabinares de Soria (Calatañazor, etc).


- Dehesas de encina del Campo Charro y Ciudad Rodrigo (Salamanca).


- Castañares del Bierzo (León), Sanabria (Zamora) y sierras del sur de Salamanca.


-  Rebollares de León, Zamora y Salamanca.


Los bosques castellanos y leoneses albergan una rica y diversa fauna cuya composición varía dependiendo de su tipología y estado de conservación. Aunque también se le puede encontrar en los medios abiertos, una de los mamíferos más emblemáticos y conocidos de nuestros montes es sin duda el lobo ibérico. 


Castilla y León cuenta con la población más importante de este bello e inteligente cánido, no solo de España sino de toda Europa occidental. Esta población estaría constituida por unas 191 manadas, lo que supondría unos 1.600 ejemplares en total. Resulta más común en la Cordillera Cantábrica y los Montes de León y Zamora. En esta última provincia, la Sierra de la Culebra acoge la población más densa y equilibrada, lo que ha facilitado el desarrollo en los últimos años de una importante actividad de turismo de observación de fauna centrada en este mítico depredador. En otras partes de la comunidad, sus densidades son mucho más bajas, disminuyendo notablemente al sur del río Duero.


Otro gran carnívoro con presencia destacada es el oso pardo. Una parte sustancial de los, aproximadamente, 240 ejemplares que componen la población cantábrica de esta especie reside en la parte castellana y leonesa de la cordillera, especialmente en la montaña occidental leonesa y, en menor medida, en la montaña oriental leonesa y la montaña palentina. De forma ocasional pero cada vez más frecuente, ejemplares divagantes (normalmente machos jóvenes) alcanzan en sus nomadeos áreas alejadas, como las sierras zamoranas de Sanabria.


 Asimismo, en los bosques castellanos y leoneses, podemos encontrar otros carnívoros de menor talla que los anteriores, como el gato montés, el tejón, la marta, la garduña, el turón, la gineta e incluso – en pleno proceso expansivo – el meloncillo o mangosta común.


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Tres grandes mamíferos cuyos efectivos se han expandido de modo muy llamativo en las últimas décadas son el ciervo, el corzo y el jabalí. El primero, que llegó a estar virtualmente extinguido en Castilla y León, fue reintroducido en diversas reservas de caza, como la zamorana de la Sierra de la Culebra, y cuenta hoy con nutridas poblaciones, muy especialmente en las provincias de Zamora, Soria y León. Mayor éxito aún ha alcanzado su pariente menor, el corzo, originariamente una especie exclusivamente forestal, al que hoy en día podemos encontrar colonizando ambientes muy diversos, incluyendo las deforestadas llanuras cerealistas, donde hasta poco su presencia resultaba inusitada. Aún más ubicuo se muestra el versatil jabalí que de ser una rareza ha pasado a ocupar hasta el último rincón de la comunidad. Estos tres ungulados deben de alcanzar actualmente, en muchas áreas de Castilla y León, unas densidades que tal vez no hayan tenido desde tiempos prehistóricos.


Entre las aves forestales más llamativas, sin duda, tendríamos que mencionar a las rapaces. Castilla y León es un territorio que destaca especialmente por contar con poblaciones muy abundantes y extendidas de este orden de aves, como el águila calzada, la culebrera, el abejero, el azor y el milano real. Pero, sin duda, la reina de las rapaces forestales es el águila imperial ibérica, exclusiva de España y Portugal, que en nuestra comunidad ha protagonizado un afortunado e inesperado proceso de recuperación y expansión. Recluida hasta hace menos de 20 años en zonas serranas de Ávila y Segovia, ha colonizado en este tiempo la mayor parte de las áreas forestales de las tierras llanas de ambas provincias y del sur de Valladolid e, incluso, algunas parejas se han establecido recientemente en puntos concretos de Salamanca, Zamora y Burgos. Paralelamente, el número de parejas reproductoras de esta amenazada rapaz ha crecido desde 19 en 2003 hasta las 103 actuales. 


Las medidas de protección implementadas y la recuperación de las poblaciones de conejo de monte  (su presa principal) en muchas comarcas de la comunidad, han permitido este indudable éxito conservacionista. Todo lo contrario de lo que ocurre con otra joya ornitológica de nuestros bosques, el misterioso urogallo cantábrico, gigante de las galliformes europeas cuyas últimas y menguantes representaciones agonizan en los bosques caducifolios de las comarcas leonesas de Laciana, Omaña y Palacios del Sil.


Las elevadas y agrestes montañas y serranías que forman un interminable cinturón en torno a la Meseta del Duero albergan  una gran diversidad de interesantes especies animales y vegetales, muchas de ellas singulares endemismos de elevadísismo valor ecológico. Este es el caso del desmán ibérico o de los Pirineos, un pequeño insectívoro de la familia de los topos pero que, a diferencia de éstos, muestra una increíble y acabadísima adaptación a la vida acuática. Exclusivo de las montañas del tercio septentrional de la península ibérica, habitaba en los ríos y arroyos de montaña de los principales macizos montañosos de Castilla y León. Aunque se conservan buenas poblaciones de esta especie en partes de la Cordillera Cantábrica y en los Montes de León y Zamora, en algunos de sus núcleos históricos, como el de las sierras del Sistema Central, se encuentra actualmente en grave peligro de desaparición. La degradación de su medio y la expansión del visón americano, implacable depredador invasor de nuestros medios acuáticos, han ocasionado tan preocupante situación.


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Otro mamífero endémico de las montañas ibéricas, la agreste cabra montés, mantiene, en cambio, nutridas poblaciones en las sierras castellanas y leonesas, particularmente en la de Gredos (Ávila), el gran reducto de las monteses y en la Peña de Francia y Las Batuecas (Salamanca). Sólo en Gredos moran unas 10.000 cabezas de este magnífico bóvido salvaje, situación que contrasta con la que vivió a comienzos del siglo XX, momento en el que llegó a encontrarse al mismo borde de la extinción, a causa de la caza sin control a que se veía sometida. Su próximo pariente, el rebeco cantábrico, se distribuye, por su parte, por las montañas norteñas de León y de Palencia.


Uno de los elementos más destacados, y sin duda bellos, de las montañas de Castilla y León son los lepidópteros o mariposas. La variedad e interés de las especies que podemos encontrar aquí son realmente muy elevados, en especial en la Cordillera Cantábrica. Entre las especies de lepidópteros que podemos admirar en nuestro territorio destacan verdaderas maravillas como la mariposa Apolo, la isabelina o las tornasoladas.


Los humedales, zonas palustres y riberas de los cursos fluviales se cuentan entre los medios más ricos en biodiversidad.  Los grandes sistemas lagunares esteparios, como los de Villafáfila (Zamora) y la Nava (Palencia), albergan importantes poblaciones de aves acuáticas, como es el caso de los invernantes gansos o ánsares comunes. Multitud de anátidas y limícolas anidan, invernan o vivaquean durante los pasos migratorios en estos verdaderos oasis enclavados en las amplias llanuras cerealistas.


Los abundantes cauces fluviales, con su extenso cortejo de espesos y frescos sotos o bosques de galería, cumplen también una función similar a su paso por la árida meseta. En ellos se concentran importantes poblaciones de ardeidas como la garza real y el martinete, rapaces como el abundante milano negro, cormoranes, martines pescadores y una amplia gama de aves forestales. Otros vertebrados destacables del medio fluvial son la bella y escurridiza nutria, cuyas poblaciones se hayan felizmente en franca recuperación y los, por el contrario, cada vez más escasos galápagos o tortugas de agua dulce: el galápago europeo y el galápago leproso, cuyas mejores poblaciones se pueden encontrar en las provincias de Salamanca y Zamora.


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Allí donde los ríos se tienen que abrir paso por entre materiales geológicos de mayor dureza, se forman escarpadas y prolongadas hoces y gargantas, entre las que destacan por su longitud y relieve las que conforman el Duero y sus afluentes en la parte más occidental de la comunidad, en las provincias de Zamora y Salamanca. Conocidas como arribes o arribanzos, son el hábitat de una destacadísima comunidad de aves rupícolas que encuentran en sus profundas fallas un refugio idóneo donde anidar. Cigüeñas negras, alimoches, águilas reales, águilas perdiceras, buitres leonados, halcones peregrinos y búhos reales son algunas de las especies más conocidas entre las que podemos encontrar en estos impresionantes cañones fluviales.


Y, para terminar, no debemos olvidar uno de los medios más genuinos y carismáticos de Castilla y León: sus pueblos y ciudades. Rebosantes de arte y de historia, sus cascos urbanos son también un lugar propicio para la observación y disfrute de una fauna ancestralmente adaptada a la convivencia íntima con los humanos: cigüeñas blancas, cernícalos primillas y vulgares, palomas torcaces y bravías, vencejos, abubillas, golondrinas, gorriones, estorninos, grajillas y chovas piquirrojas, entre otras muchas especies.

Conservar este inmenso patrimonio natural del que disfrutamos es una obligación moral pero sobre todo una necesidad pues sobre él se sustenta la propia supervivencia de nuestras sociedades humanas.