En 2023, último año con datos, 22 personas fallecieron en Castilla y León en siniestros de tráfico donde el alcohol fue un factor concurrente, lo que representa el 20 por ciento de los siniestros mortales. Además, el alcohol estuvo presente en el seis por ciento del total de siniestros con víctimas. Estas cifras lo convierten en la segunda causa de siniestralidad vial, solo por detrás de las distracciones.
El consumo de alcohol antes de conducir representa uno de los factores de riesgo más importantes en la siniestralidad vial. El alcohol actúa como un depresor del sistema nervioso central, afectando directamente a funciones esenciales para una conducción segura, como la percepción, el tiempo de reacción, la coordinación y la capacidad de juicio. Incluso cuando el conductor siente que mantiene el control, su organismo ya está sometido a alteraciones que aumentan exponencialmente el riesgo de accidente.
Uno de los primeros efectos del alcohol es la reducción del tiempo de reacción. Esto significa que, ante un imprevisto en la vía (como la aparición repentina de un peatón, un frenazo del vehículo delantero o una señal de tráfico), el conductor tarda más en reaccionar, lo que puede resultar decisivo para evitar o no un siniestro. A esta lentitud se suma una subestimación de la velocidad propia y de la de los demás vehículos, así como una mayor dificultad para evaluar distancias y tomar decisiones acertadas.