Cuando la imaginación te lleva a seguir los pasos de Gabriel García Márquez

Una niña zamorana, en el grupo ganador del Concurso de Relatos ‘Macondo sí tiene quien le escriba’, promovido por la Fundación Gabo
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A sus 13 años, Zoe Parro Román mira, con resolución, directamente a los ojos cuando habla, como si hubiera vivido mucho más tiempo y se hubiera dirigido con autoridad a auditorios repletos de público. Acude a la cita con el redactor de Ical acompañada por su padre y por su abuelo y apoyada en una muleta, a causa de un esguince, que no le impide mostrarse alegre y vivaz.


El motivo de encuentro es su exitosa participación en la primera edición del Concurso de Relatos ‘Macondo sí tiene quien le escriba’, promovido por la Fundación Gabo, una entidad internacional que el propio Gabriel García Márquez y el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe crearon en 1995, con el apoyo de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.


El objetivo de la Fundación es “fomentar ciudadanos activos y mejor informados mediante la formación, el estímulo y la promoción del uso ético y creativo del poder de investigar, contar y compartir historias”, según describen fuentes de la entidad, informa Ical.


‘Gabo’ era el apelativo cariñoso con el que familiares y amigos se dirigían al escritor, quien creó la Fundación trece años después de recibir el Premio Nobel de Literatura.


Confusión

En la primera edición del concurso de relatos resultaron premiados veinte menores, con edades comprendidas entre 10 y 13 años, Zoe, entre ellos, aunque una inesperada confusión retrasó todo un año el disfrute del premio, parte del cual fue vivir una intensa experiencia cultural en el Caribe colombiano.

“Cuando un profesor le contó la convocatoria del concurso, Zoe se puso inmediatamente al ordenador y empezó con un trabajo de investigación de zonas, costumbres y nombres de Colombia. Empezó a escribir, envió el relato y quedó entre los ganadores.”, explica Diego Parro, su padre.


“El problema fue que hubo un error de entendimiento. Los de la Fundación intentaron ponerse en contacto con nosotros por todos los medios y no fueron capaces. Contactamos con la Fundación, mi padre fue a la embajada de Colombia en España y, al final, nos dijeron que meterían a Zoe para el premio de este año”, indicó.


La joven escritora, que tenía, entonces, 11 años, llevó con entereza la frustración y la incertidumbre inicial de tocar con la yema de los dedos un viaje de ensueño y sentir que se escapaba por un error. “Me sentí muy triste porque vi mi nombre y no pude ir. Vi cuándo había salido el avión, cuándo habían llegado, cuándo habían terminado… Tenía que haber estado ahí y no fue posible”, comenta.


Lo cierto es que, al ser un año mayor, ‘gracias’ al error inicial, Zoe pudo “aprovechar mejor” el viaje y ya guarda en su memoria los recuerdos generados en el Caribe colombiano del 23 al 29 del pasado mes de abril. “Además, me dijeron que fue mejor este año que el del año pasado, que fue la primera edición”, subraya.


“Éramos 20 niños de doce países. En realidad, éramos 21 ganadores pero uno no pudo asistir”, precisa, en referencia a los cuatro pequeños literatos de Colombia, tres de Bolivia, dos de Argentina, dos de Ecuador, dos de Perú y sendos premiados de Brasil, Chile, Costa Rica, México, Panamá, Venezuela y España, en este último caso, Gràcia Guardiola, de Valencia, con quien entabló una gran amistad.


Recorrido

La expedición siguió la estela marcada por Gabriel García Márquez, con hitos como Santa Marta, Barranquilla, Aracataca -donde nació el escritor- y Cartagena de Indias, donde se celebró la ceremonia en reconocimiento a los premiados. En principio, estaba prevista en ‘La Heroica’ -como se conoce a Cartagena- la presencia del presidente de Colombia, aunque, al final, no pudo asistir.


“El primer día fuimos al pueblo de Aracataca, de Gabriel García Márquez. Allí nos juntamos todos los niños, claro, porque no nos conocíamos en el primer día. Hicimos una visita al colegio de los de Aracataca”, apunta.

Después de la experiencia colombiana, Zoe encara su primera lectura de la obra de Gabriel García Márquez, concretamente, ‘Crónica de una muerte anunciada’, antes de emprender el camino de comprender, en toda su esencia, el significado de Macondo, el pueblo ficticio que da nombre al concurso, entremezclado con la lógica ‘El coronel no tiene quien le escriba’ o la mítica novela ‘Cien años de soledad’, entre las cinco en las que ‘Gabo’ usó esa ubicación inventada.


“Al principio, cuesta entender las palabras pero, luego, ya te acostumbras y resulta más fácil”, indica. “Allí, hablaban todo el rato de él. Es un escritor muy importante”, rubrica.


Zoe ya había salido de España, cuando tuvo ocasión de conocer Irlanda en un viaje escolar. Esta vez, la compañía de los padres restaba a los menores cierta dosis de libertad, aunque siempre se saca algún rato perdido.


“El hotel tenía 20 plantas y todos los padres se subieron para hacer una reunión en la de arriba. Necesitabas una tarjeta para pasar a cada planta pero, como había, por lo menos, un niño en cada una, estuvimos de habitación en habitación, haciendo de todo”, dice, entre risas, mirando de reojo a su padre.


“Había piscina y había gimnasio. Decíamos que íbamos a levantarnos a las seis de la mañana para ir al gimnasio pero, luego, nunca lo hacíamos”, añade.


La experiencia aumentó su seguridad, su conocimiento de otro país y, especialmente, su agenda social, ya que forma parte del grupo de WhatsApp que vincula a todos los ganadores. “Todos los días hablamos, nos preguntamos qué tal, qué hora es ahí y sacamos temas y concursos en los que podemos participar porque no hay muchos en los que participen muchos niños de muchos países”, explica.


Relato

Los 20 relatos premiados este año fueron seleccionados entre más de 2.000 procedentes de dos continentes por un jurado formado por la colombiana Mary Grueso, el brasileño Roger Mello y el mexicano Mateo García, quienes se fijaron en aspectos como la originalidad, sensibilidad, la creatividad y particularidad de sus territorios. El de Zoe ya habia recibido el reconocimiento en la primera edición, antes de que la burocracia provocara el enredo que retrasó un año el disfrute del premio.


uchos detalles que son fruto de su previa labor de recopilación de datos sobre Colombia. El texto, de cuatro páginas de extensión, llamó la atención del jurado de la primera edición de ‘Macondo sí tiene quien les escriba’, con total seguridad, por la metáfora vital compleja e inesperada que incluía el texto, para una niña que se adentra a paso firme en la adolescencia.


“Va de una niña que va a un colegio que es solo de niñas y a su profesora no le gustan los alumnos. Les dice que va a ir a una excursión a la laguna de Guatavita. La niña pregunta a su madre y le deja ir. Al salir de casa, se encuentra un papel y empieza a pintar. Se lleva muchos folios a la excursión. Se sienta en una piedra y se pone a pintar”, cuenta.


“A la profesora, al verla, no le gustó, se enfadó mucho y le tiró todos los folios. Desde entonces, la niña se puso a investigar cómo podía ayudar a que más personas pintaran. Años después, le dan una beca para estudiar en España y ella la rechaza para quedarse con su madre. La llaman y le dicen que tiene que dar todos sus dibujos de pequeña para venderlos a una persona desconocida y ella dice que vale”, añade.

Ante esa situación, la niña se pone en contacto con sus antiguos compañeros. “Les dice que la ayuden a pintar dibujos falsos para dárselos a esa persona. Lo hacen y descubren que la que le pidió los dibujos era la antigua profesora. La llevan a la cárcel y ya está”, concluye.


Las consecuencias de la imaginación plasmada por Zoe la llevó a insertar a fuego en su memoria una experiencia única, a hacer muchas amistades, no sin antes recibir todo tipo de parabienes de sus compañeros del Claudio Moyano. “Todos me dieron la enhorabuena y me llamó muchísima gente para felicitarme. Después, me preguntaron qué tal fue todo, de qué iba mi relato y cómo fue el viaje”, dice.


‘El lobo español’

Una de las visitas preferidas fue la hecha a Barranquilla, donde tuvo ocasión de ver bailar a su progenitor frente a la estatua de homenaje a la cantante Shakira, nacida en esa ciudad. Ese episodio quedó inmortalizado en Instagram y le ha valido a su padre el apelativo de ‘El lobo español’, que, a buen seguro, le acompañará en lo sucesivo. “Porque mi padre se puso a bailar delante de todo el mundo el baile de Shakira y, luego, todo el mundo lo conocía ‘El lobo español’. Me reí muchísimo”, reconoce, al tiempo que lanza una mirada aviesa a su padre, quien hunde con resignación la cara entre las manos.


Como suele ocurrir a las personas de alma renacentista, Zoe todavía no tiene claro a qué se quiere dedicar, aunque tampoco tiene prisa alguna. Se le dan muy bien las letras, como acaba de demostrar, pero tampoco le hace ascos a las ciencias, si bien las Matemáticas le resultan algo menos atractivas.


En cualquier caso, lanza un mensaje a cualquier menor y le invita a que se ponga frente a un papel en blanco, enarbolando un bolígrafo. “Es muy divertido dar a la gente que lea algo que has escrito tú. Al principio, yo tenía vergüenza de que la gente leyera mi relato, por si no les gustaba pero me animé y, mira, no sabes de lo que eres capaz”, asegura.