Sara García de Trigo: "Contar con una motivación resulta esencial para afrontar el cáncer de mama"

Esta zamorana de 36 años nos relata su experiencia como paciente de esta enfermedad cuyo Día Mundial será el 19 de octubre. Recibió su diagnóstico en el momento en el que intentaba ser madre y sintió que "todo volvía a empezar" tras haber perdido a su padre con cáncer de Colon.​

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Sara Garcu00eda Trigo


“No estoy escuchando nada de lo que me estás diciendo. Está fuera mi marido; habla con él”. Aturdida, confusa, como si existiera un cristal, y un abismo, entre la voz que le estaba confirmando “si, tienes cáncer de mama” y ella. Así se sintió Sara (de pie, sin ni siquiera tomar asiento) mientras se le relataba una ristra de instrucciones sobre lo que iba a suceder a partir de ese momento. No llegaba a los 35 años y estaba intentando ser madre, pero debía aparcar ese deseo para pensar en cómo iba a afrontar el momento más amargo del proceso: informarle a la suya de que “todo volvía a empezar”. Y dice “todo” porque el padre de Sara falleció a los 55 años tras seis de lucha contra un cáncer de Colon.  


VUELTA AL TRABAJO

Hoy, cumplidos los 36, esta vecina de Villaralbo ha regresado a su trabajo como cocinera en un hotel de Valbusenda. “Aunque algunos días me note cansada y me duela el brazo, he empezado por una tarea más suave, con los desayunos”, explica casi un año después de finalizar el tratamiento más agresivo. Y es que, “por prevención, voy a estar cinco años con unas pastillas que tomo todos los días y con una inyección cada tres meses, pues mi tumor era hormonal”, narra. Efectivamente, “estoy con la menopausia y con todos los síntomas que acarrea: dolor de huesos, cambios de humor…”, continúa. Eso sí, su oncóloga le ha trasladado que, si pasados dos años “está todo ok, podríamos interrumpir el tratamiento para quedarme embarazada”, aunque es algo que, según recalca, ya no le obsesiona. Conseguirlo sería posible, ya que “me hicieron la preservación de óvulos en Valladolid, intervención que cubre la Seguridad Social. Fue después de operarme, puesto que la quimio te puede dañar los ovarios”.


Sara Garcu00eda de Trigo

Sara, en su primera quimio.


"NO ES UN AÑITO MALO: ES PARA SIEMPRE"

Escuchar a Sara exponer la concatenación de pasos en una situación así te coloca de golpe en una sobrecogedora realidad: la del pavor perenne y la incertidumbre constante, pese a haber dejado atrás lo peor. “¿Sabes esa típica frase que se suelta en estas circunstancias: “Va a ser un añito malo y ya”? Pues no, no lo es. El proceso puede durar ese tiempo, sí, pero ¿y lo que viene detrás?”, manifiesta la joven, quien toma aire y continúa: “Yo tenía los ganglios linfáticos afectados. Me tuvieron que quitar doce ganglios y eso puede derivar en linfedema en el brazo. No lo he tenido porque he estado yendo al fisio, pagándolo de mi bolsillo; voy a ejercicio terapéutico, intentando prevenir. Claro, yo soy cocinera y debo usar el brazo, así que te condiciona para todo: no puedes coger peso ni hacer esfuerzos”. En definitiva, “no es un añito malo; son los sofocos de la menopausia, es no dormir por las noches con el miedo acechando cada vez que tienes una revisión (ahora sus “itv’s”, como ella las llama después de esbozar una sonrisa, son cada seis meses en lugar de cada tres) … No es un añito malo; es para siempre”, lamenta.


LOS TIEMPOS DE ESPERA

Por eso, incide en la importancia de la autorrevisión de los pechos, un procedimiento que debería inculcarse “ya en las aulas”. Aunque la palpable dejadez en este examen casero, pese a las advertencias de los profesionales, no es la única pata que cojea en este puzle. Para empezar, “debería bajar la edad fijada para las revisiones periódicas”, pide Sara, quien era demasiado joven para recibir una noticia tan terrible en una visita médica de estas características, según lo estipulado. Fue ella misma la que percibió un pequeño bulto; un día, el aro del sujetador le estuvo oprimiendo y haciéndole daño durante su jornada laboral, con lo que decidió palparse al llegar a casa. 


¿Qué ocurrió después? Acudió a su médica de cabecera, pero tuvieron que transcurrir cuatro meses para poder someterse a una ecografía mamaria. Por suerte, ella se encontraba en una fase primigenia, porque “el tiempo de espera es exagerado”. Igualmente, le pareció "eterna" la resolución de la prueba a la que tuvo que someterse en Salamanca para comprobar si el cáncer se había expandido a algún órgano o a los huesos (dos semanas de tensión que supusieron uno de los momentos más angustiosos del proceso). Con este panorama, “si tienes un tumor muy agresivo, ese tiempo es vital, lo cambia todo. Cuatro meses pueden suponer metástasis con afectación a otros órganos”, advierte. 


FALTA DE TACTO

Para nuestra protagonista, todos estos aspectos son relevantes, pero también lo es el modo en el que los profesionales trasladan la noticia al paciente: “Entiendo su día a día, pero, en ocasiones, falta un poco de tacto”. Esa empatía a veces también tambalea en la sociedad, y Sara lo ilustra con este ejemplo: “Cada vez que salía con el pañuelo en la cabeza a dar una vuelta por el pueblo, me agobiada el típico comentario: “¡Ay, tan joven, se le murió el padre, y ahora ella… Qué joven, qué joven”… Sé que soy joven, pero si no es para sumar, ¿para qué lo dices? A ver, sé que no es con mala intención y al final, me da lo mismo, pero hay días en los que sí estás de bajón, te afecta. Hay que ponerse en el lugar del otro”. 


Sara Garu00eda de Trigo 3


A ella le dañaban estos comentarios, mientras que a otras mujeres les duele especialmente perder el pecho (no es el caso de Sara) o el pelo y las pestañas. “Para mí eso era algo secundario. Lo llevé bien; mi madre me regaló una peluca, pero era pleno agosto y acabé usando el pañuelo”. El precio de esta peluca de pelo sintético, por cierto, fue de 450 euros. El elevado coste de todo lo asociado al tratamiento también es algo en lo que Sara pone el foco. “Un sujetador ortopédico, por ejemplo, no baja de los 50 euros”, dice. “Imagínate si todo esto te pilla en el paro, con hijos…”, lamenta la joven, cuyo testimonio da cuenta de los escollos por los que ha de atravesar una paciente de cáncer de mama. Un largo camino que debe encararse con una dosis extra de voluntad y esfuerzo; no queda otra. "Contar con una motivación resulta esencial para afrontar el cáncer de mama". Por ejemplo, en este tiempo Sara ha ido a clases de pintura, se ha sacado un Máster y ha hecho tres cursos. Su naturaleza inquieta ha propiciado que su mente permanezca ocupada y distraída. 


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AZAYCA

Además, es voluntaria de Azayca, la Asociación Zamorana de Ayuda Contra el Cáncer, donde se organizan numerosas actividades para impulsar precisamente este 'movimiento' en las pacientes. Es allí, donde también se someten a ejercicio terapéutico o reciben asesoramiento laboral y apoyo psicológico, donde ha descargado su lógica frustración en algunos momentos: "Cuando te encuentas mal, muchas veces prefieres contárselo a personas que no son de tu familia para no preocupar a quienes tienes al lado. Además, gracias a la asociación, conoces a gente que pasa por lo mismo que tú y eso es un apoyo", explica, mientras nos reitera que el mayor cobijo, lo ha encontrado, por supuesto, "en mi madre y en mi marido; también en mis amigos y en el resto de mi familia. No tengo ninguna queja", dice satisfecha. 


Satisfecha y empleando un tono entusiasta; aunque es consciente de que la vida te pone a prueba constantemente, sabe también que hay que disfrutar de las cosas sencillas. Y ahora más que nunca. Para empezar, "este verano me he dedicado a viajar, a disfrutar todo lo que he podido y más". Y es que, pese a que pudiera parecer una incongruencia, sí, "el cáncer es aprendizaje; también trae cosas buenas". Y a ti, Sara, te quedan muchas por vivir.


Azayca Marcha Solidaria

Sobre estas líneas, Sara, durante la marcha solidaria organizada por Azayca en Villaralbo.