Turismo rural sostenible para dinamizar la España vaciada

​​Iberdrola ha llevado a cabo la rehabilitación de cerca de 50 viviendas en algunos de sus poblados más emblemáticos junto a los ríos Duero, Tormes o Tajo
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Presa de Almendra.  foto de Javier Su00e1nchez

Presa de Almendra.- foto de Javier Sánchez


Iberdrola ha llevado a cabo la rehabilitación de cerca de 50 viviendas en algunos de sus poblados más emblemáticos junto a los ríos Duero, Tormes o Tajo para que sus empleados y personal prejubilado y jubilado disfruten de la posibilidad de alojarse en sus casas rurales - 15 en Aldedávila, 15 en Villarino, 10 en Ricobayo y 8 en Alcántara- en sus vacaciones o fines de semana.


Como ya viene haciendo la compañía a lo largo de los años con los apartamentos de costa para las vacaciones de verano, en esta ocasión ha lanzado la posibilidad de que los interesados puedan alojarse durante todo el año en estos bellos enclaves rurales, por periodos semanales.


Se han realizado una serie de actuaciones para la adecuación y mejora de las viviendas, para transformarlas en cómodos apartamentos vacacionales y convertir estos poblados en un verdadero resort vacacional sostenible, cumpliendo con todos los estándares de confort.


Las primeras familias de trabajadores de Iberdrola han estrenado durante la Semana Santa estas nuevas aldeas vacacionales, que la empresa ofrece con todos los protocolos de seguridad necesarios para hacer la estancia lo más agradable y segura posible.


Esta experiencia vacacional en los poblados de Ricobayo, Aldeadávila y Villarino supone un importante impacto socioeconómico, gracias a la activación de una oferta turística que atraerá población a las provincias de Zamora y Salamanca, ayudará a promocionar un espacio con indudables atractivos medioambientales y dinamizará un territorio afectado por la despoblación.


Por estas viviendas puedan pasar entre 2.500 y 3.000 personas a lo largo del año. Trabajadores de España, pero también del resto del mundo, ya que Iberdrola opera en multitud de países de todo el globo, cuyos trabajadores también pueden tener acceso a estas viviendas vacacionales si así lo desean.


Las instalaciones hidroeléctricas son hoy puntos de observación de interés cultural en los que se pueden practicar numerosas actividades deportivas relacionadas con el agua y el baño. Su entorno facilita las rutas a pie, en bicicleta y el turismo de aventura y son un lugar ideal para la observación de la naturaleza. Son por tanto importantes recursos turísticos y elementos de dinamización socioeconómica de las poblaciones.


Un espacio vacacional lleno de historia


Durante la primera mitad del siglo XX, los proyectos de construcción de presas en España desbordaban los aspectos estrictamente técnicos o empresariales. Su magnitud y complejidad requerían de una ingente cantidad de mano de obra, lo que unido al hecho de que estas obras se llevaban a cabo a menudo lejos de los grandes núcleos de población, hacía necesario construir en el entorno directo de la obra lo que se conoció como los “poblados”, verdaderos pueblos donde se desplazaban los trabajadores de la presa con sus familiares y donde habitarían durante el desarrollo de las obras. Eran verdaderas localidades levantadas de la nada, donde se necesitaba instalar todo cuanto fuera imprescindible para el desarrollo de la vida cotidiana: además de la lógica infraestructura escuelas, enfermerías, hospitales, instalaciones deportivas —generalmente frontones o campos de fútbol—, iglesias, comedores, cantinas, viviendas y muchos barracones.


Embalse, presa y poblado de Ricobayo

No es aventurado decir, a grandes rasgos, que fueron aquellos poblados lugares de trabajo donde muchos españoles encontraron un buen medio de vida y donde hallarían algunas de las comodidades de la “vida moderna” —todavía entonces ajenas al medio rural del que procedía buena parte de los trabajadores manuales—, tales como el agua corriente, la luz eléctrica —cómo no—, la asistencia médica, la formación escolar de calidad para los niños o la instrucción profesional para jóvenes mujeres que entonces no se incorporaban todavía a las labores manuales de las obras.


No cabe duda de que en la particular historia social de la España de aquella primera mitad del siglo XX —en la que tuvieron lugar tantos acontecimientos históricos de relevancia—, jugó un papel importante la entonces estrecha vinculación entre la empresa y la vida cotidiana del trabajador. Y, desde luego, los poblados donde vivieron quienes construyeron las muchas presas que se levantaron en aquella época forman parte de esta historia.


Todo un hito


La construcción de los Saltos del Duero se inició prácticamente con el nacimiento del siglo XX, con la estela de la euforia despertada por los descubrimientos técnicos en el transporte de la electricidad. Fue entonces cuando muchos industriales españoles se lanzaron a recorrer las vertientes de los ríos ibéricos.


Fueron viajes sorprendentes, ya que las zonas más ricas en el aprovechamiento del agua para la generación eléctrica se encontraban en lugares complicados y muy alejados de las poblaciones.


El caudaloso río Duero, a pesar de ser vehículo de transporte durante largas épocas, ocultaba en su tramo inferior un tesoro inimaginable en forma de energía.


Fue el ingeniero José Orbegozo quien se dio cuenta de las enormes posibilidades del tramo internacional y de la magnitud del proyecto, lo que exigía un tratamiento global del mismo, acorde con la importancia del aprovechamiento. Con el objetivo de desarrollar todas las concesiones bajo una única dirección, se creó la Sociedad Hispanoportuguesa de Transportes Eléctricos que, en 1928, pasó a denominarse Saltos del Duero, germen de la actual Iberdrola.


El proyecto consistía en construir saltos poderosos que aprovecharan la fantástica caída del agua y crear grandes embalses en los ríos Esla y Tormes. Estos embalses regularían el caudal y garantizarían la producción de las centrales que se instalan en aguas abajo, bien en el tramo nacional o internacional del Duero, que, en la misma frontera entre España y Portugal y a lo largo de 160 kilómetros de curso, ofrecía un desnivel de 400 metros.


Con el aprovechamiento de los saltos del Duero se inició la construcción de los grandes embalses reguladores, con centrales a pie de presa, que hasta ese momento no habían sido construidos ni en España ni en Europa.


De los Saltos del Duero al liderazgo global


El compromiso de Iberdrola con Castilla y León se enmarca en la profunda vinculación de la compañía con esta tierra, en la que nació hace más de 115 años y desde la que viene impulsando la transición energética hacia energías renovables, limpias y competitivas que promueven el desarrollo de una sociedad sostenible y responsable con el entorno medioambiental y socioeconómico.


La apuesta por las energías limpias comenzó con la promoción de los Saltos del Duero y este compromiso, más de un siglo después, se ha materializado convirtiéndose en un líder energético global, el primer productor eólico y una de las mayores compañías eléctricas por capitalización bursátil del mundo.


En Castilla y León, Iberdrola es líder en el desarrollo de estas energías, con la gestión de más de 5.200 MW renovables -3.500 MW hidroeléctricos- que consolida la región como la que tiene más megavatios verdes instalados por la compañía en España.


Los retos del agua este año están muy vinculados al cambio climático, la transición energética y ecológica, el territorio y la población y, por supuesto, la biodiversidad.