Un autobús, seis pedanías y dos electores

La reducción del número de habitantes y el miedo a la COVID-19 hacen que solo dos personas utilicen el autobús habilitado por la Junta para votar en el municipio de Fariza (Zamora)
|

09PRN202202550525



Una niebla densa envuelve el trayecto desde la capital zamorana hasta Badilla, en plena comarca de Sayago, uno de los territorios de la polémicamente llamada ‘España vaciada’, ya que parecen pocos los habitantes del mundo rural a quienes agrade tan publicitada denominación.


Un vehículo de la Guardia Civil circula a baja velocidad con las llamativas luces azules encendidas y da no sé qué adelantarlo. No hay prisa y va en la misma dirección. Al cabo de unos instantes, por detrás aparece otro coche de la Benemérita, también con las luces azul eléctrico. Para cualquier observador, no quedaría claro si el redactor de Ical va escoltado o si está a punto de ser detenido. 


A las nueve de la mañana, Badilla empieza a recibir algunos débiles rayos de sol pero no se ve un alma a quien preguntar dónde debe detenerse el autobús que la Junta de Castilla y León habilita para facilitar el voto, ya que los habitantes de esta localidad deben desplazarse hasta Fariza para poder ejercer su derecho. Lo mismo le ocurre a quienes viven en Cozcurrita, Mámoles, Palazuelo de Sayago, Zafara y Tudela y en otros muchos pueblos de la provincia de Zamora y de toda Castilla y León,

Por lo general, la gente utiliza sus propios medios para acudir a votar pero quienes no tienen coche o un familiar o un vecino que les lleve, recurren tradicionalmente al autobús especialmente fletado para la ocasión.


Sigue sin haber nadie por las calles de Badilla. “Aquí viven unos 80 vecinos en invierno. Muy poquita gente coge el autobús”, explica Miguel Ángel Tamame. “Hoy no tengo ninguna ruta y tengo descanso. Yo voy a votar por mi cuenta, como hace la mayoría de la gente. En otras elecciones ha sido así también”, apunta.


El teléfono móvil deja bien claro que ‘solo llamadas de emergencia’. Como, por fortuna, no hay emergencias, de momento, la solución productiva para por recorrer los tres kilómetros que hay hasta Fariza.


El colegio electoral acaba de abrirse en el Ayuntamiento, con cierta polémica incluida por la incomparecencia de alguna persona citada y las observaciones de algún apoderado pero lo cierto es que abre con normalidad y todo está dispuesto para empezar la jornada. A primera hora, hay más animación de la que cabría esperar. 


“Unas palabras del primer votante”, exhorta, con un guiño, uno de los presentes, con la sana intención de “echar el muerto mediático” a uno de sus vecinos pero se encuentra con que las preguntas le caen a él. Se llama Pedro, ganadero de 52 años. Vive en Zafara y ha acudido a votar en su coche. “Estamos muy animados para votar”, asegura. “Por aquí no han venido a pedir el voto. Como somos tan pocos, por aquí no hay mítines. Sayago no da votos. Los da Madrid”, sentencia.


“Yo he venido en mi coche”, comenta Sofía, una mujer de edad avanzada y muy resuelta. “Vengo de Palazuelo de Sayago. Somos 48 vecinos. He madrugado porque no quería esperar la cola”, indica.


“España sin servicios”

El alcalde de Fariza, el socialista Manuel Ramos, asegura que el mundo rural “sirve, simplemente, para teorizar” en los tiempos que corren y profundiza en las estadísticas que se estrellan en la realidad a cada proceso electoral, no en vano hay mas de 3.500 electores menos que en las Elecciones Autonómicas de 2019.


“Hablo de cualquier responsabilidad de carácter político o gobierno que fuera de la Comunidad autónoma durante 35 años, que estamos en la situación en la que nos encontramos: sin servicios y con una España del medio rural en decadencia”, rubrica.


“No puedo decir España vaciada porque no tiene sentido ninguno. Es una España sin servicios, es una España del abandono, del abandono. No tiene sentido.


Hemos ido en un decaimiento de una manera precipitada y sin que ninguna  medida de carácter político y compromiso de ningún tipo se haya implantado en nuestra zona”, expone.


La conversación bascula con frecuencia hacia cómo va descendiendo, comicios tras comicios, el número de electores en la provincia de Zamora. “Yo recuerdo, cuando tomé posesión como alcalde, éramos 800 habitantes en el municipio y ahora estamos en 488. ¿Quién es el responsable de toda esta historia? Repito: el olvido político, el olvido administrativo y la falta de compromiso real con nuestro medio, con nuestro mundo rural”, puntualiza. 


Un coche desde cuyo interior resuenan con intensidad los graves de una música insistente llaman la atención. Del vehículo baja Alberto Marino, de 21 años, procedente de Zafara. “El más joven es otro chico de mi pueblo, de 18 años pero yo soy de los más jóvenes”, reconoce. Alberto trabaja en Fermoselle y dice que acude a votar “con ilusión”, aunque se encoge de hombros y destaca las carencias de la zona. “La gente se tiene que ir fuera. Como hice yo y como hacen todos”, lamenta.


El autobús que tenía recoger a los votantes de Badilla acaba de detenerse frente al Ayuntamiento de Fariza. Viene vacío y eso que, después de que no subiera nadie en la primera parada, pasó directamente por Cozcurrita, donde tampoco pudo recoger pasajeros. “Ahora vamos a Mámoles, a ver si sube alguien. Después, Palazuelo de Sayago, volvemos a Fariza y vamos a Zafara y Tudera, a las doce de la mañana”, precisa Luis López, conductor de Zamora Salamanca.


En Mámoles, el conductor pregunta a una mujer mayor, ataviada de negro, para asegurarse de que se ha detenido en el lugar correcto. “¿Va a ir usted a votar? No… Bueno, pues esperamos un rato, por si acaso viene gente”.

La mañana es más fría de lo esperado pero el sol quiere salir e invita al visitante a recorrer la Senda del Duero por Fariza, Mámoles y Fornillos de Fermoselle pero hay que seguir buscando votantes, no para pedirles el voto desesperadamente, sino para facilitarles la posibilidad de emitir sus sufragios. “Si tenemos gente en Palazuelo, vamos a Fariza y, si no, terminamos el recorrido con Zafara y Tudera”, recalca Luis López.


En Palazuelo de Sayago, dos cigüeñas que anidan en la espadaña de la iglesia de San Benito nos miran con cara de pocos amigos y una de ellas crotora -ocasión estupenda para averiguar cómo se llama el ruido que emiten- de forma estruendosa para expresar su disgusto.


La sede social del pueblo muestra todavía un cartel que reza ‘Hay lotería de Navidad’. Precisamente, en ese edificio, es donde estaban las dos escuelas. “Las de los chicos y la de las chicas. Una pegada a la otra. Hace muchísimo tiempo”, según precisa un hombre de 77 años que prefiere mantener el anonimato, aunque desvela que se dedicó toda su vida a la agricultura. “Aquí estudié yo. Cuando yo iba a la escuela, éramos 40 chicos y 40 chicas y había 500 habitantes en el pueblo. Ahora, nada. Cerraría allá por 1970 o así. Y el último niño que nació aquí fue hace ocho o nueve años”, comenta, con pesar.


Al ser el primer votante que coge el autobús en la zona, conviene preguntar por la ilusión vinculada al voto. “Ah, joder, la ilusión yo ya la he perdido para todo. Voy a votar porque lo considero, más bien, una obligación”, subraya.


“Si lo sé, no vengo”

Un vistazo al reloj proporciona un sobresalto momentáneo que se explica al haber captado el teléfono móvil una operadora de Portugal, con su consabida hora menos, ya que la frontera con el país hermano está a un tiro de piedra. Es a lo que están muy acostumbrados los habitantes de la zona. Antes era un verdadero fastidio y ocasionaba sustos en la factura telefónica pero, desde hace unos años, el ‘roaming’ ya no supone un atraco a mano armada, como antes.


El único pasajero que se sube al autobús en Palazuelo muestra buen humor, aunque lo combina con una inusitada vehemencia en defensa de su privacidad, lo que no facilita, precisamente, el trabajo del fotógrafo de Ical. “Si sé que me voy a encontrar con esta gente, no vengo”, reconoce.


El segundo y último votante que decide coger el autobús en el municipio es Miguel Montanillo, de 76 años, dedicado “toda la vida” a la agricultura y a la ganadería. “En invierno, hay unas 25 personas en el pueblo. La mayoría viene por sus propios medios a votar. Es que hay bastante miedo al virus. Yo no tengo coche y no me queda más remedio que coger el autobús si quiero votar”, concluye.