La luz aún no ha aparecido en Zamora. El termómetro marca casi ocho grados y han caído algunas gotas de lluvia. Todavía se nota poco trajín en la Estación de Adif, que no es una población ubicada entre Sidi Ifni y Agadir, sino el acrónimo del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, que habrá que acostumbrarse a llamar así a la estación del ferrocarril o del tren de toda la vida.
De todas formas, el AVE no es, precisamente, el tren de toda la vida. La combinación de doce coches y 200 metros de longitud asoma puntual la cara de pato de una de sus cabezas motrices por la estación. La vejez llega cuando se empieza a hacer cosas por última vez. Como el último tren que cubrió la Ruta de la Plata, como el último tren que hizo un trayecto directo desde Zamora hasta Barcelona… Esos recuerdos quedan cubiertos por cierta sensación de juventud al hacer algo por primera vez: el AVE que hace el recorrido entre Ourense y Madrid, pasando por Zamora.
Javier aguarda en el andén 3. Es abogado, tiene 41 años, vive en Zamora y trabaja en Madrid. “Lo hago desde la pandemia, que tengo que ir dos días a la oficina en Madrid. Es posible hacerlo si vas un día o dos a la semana porque, con los precios que tiene actualmente el AVE, no puedes ir y venir todos los días. Hay que coger los billetes con bastante tiempo de antelación. Esta vez me han salido bastante baratos porque los he cogido con bastante tiempo, en torno a 40 euros ida y vuelta”, explica. “Es importante que este AVE sea un servicio público para tener unos precios que te permitan ir y volver todos los días”, rubrica.
La costumbre de viajar en turista hace que el común de los mortales deguste de forma especial las mieles de la clase preferente, justo en la zona del tren en la que ayer viajaron el rey Felipe VI; el presidente del Gobierno, un par de ministras y una larga serie de otros prebostes de diferentes ámbitos. ‘Buenos días. Equipo de a bordo, preparado’, suena por megafonía. No hay que mirar por la ventanilla para ver si se despliegan los flaps pero se pasa por la cabeza, no en vano superar los 300 kilómetros por hora está vedado para una avioneta Cessna, por ejemplo, que vuela a 230.
El coche -se dice ‘vagón’ cuando se habla de mercancías- está atestado de profesionales de la información y la imagen que han cogido el tren en Ourense. “Si hubierais subido unos minutos antes, os daban de comer”, comentó, con cara de satisfacción, un periodista gallego que estaba desayunando opíparamente.
Una docena de personas se suben en Zamora al tren que partió de Ourense. Jorge Vázquez, de 40 años, vive en a capital orensana y es el director general de una empresa tecnológica. “Antes, iba a Madrid en mi coche, cuando las condiciones climáticas lo permitían, o en el Alvia. Hoy me ha costado unos 60 euros ida y vuelta, trabajo allí y me vuelvo esta tarde. Voy a utilizar este tren casi todas las semanas un par de veces, seguro”, indica.
Lo mismo hace Isabel Carballo, economista de 33 años que trabaja en una empresa de ingeniería informática. “Antes, lo de ir y volver en el día estaba complicado. Nos obligaba a pasar noche en Madrid y viajábamos en coche”, compara. “Renfe, para este primer mes de viajes ha sacado unas ofertas con descuentos bastante interesantes. Ahora, habrá que ver cuál es el precio del billete a partir de enero”, advierte.
Tripulación
El nombre es importante. Ya no hay azafatos ni azafatas ni sobrecargos, sino tripulantes del servicio de a bordo, que es como se debe decir. Enrique Márquez es uno de los encargados de dar la comida, atender a los viajeros y poner la película, entre otras tareas. “Realmente, es como un avión, incluido el servicio que es de gran calidad y en muy poco tiempo. Hay que hacer el trabajo de forma muy rápido y nos desvivimos para que el viajero se vaya contento”, destaca.
El tren, que podría alcanzar un máximo de 330 kilómetros por hora, va a 302 y hace recordar que el viejo expreso o, incluso, el antiguo TER proporcionaban una tremenda sensación de velocidad por encima de 100 por hora, con toda suerte de vibraciones, ruidos y onomatopeyas y el inquietante aspecto que ofrecía la vía al cambiar de coche.
… Llevar puestas sus mascarillas, cubriéndose la nariz y la boca durante todo el viaje. Gracias por su colaboración. Ladies and gentlemen, we remind you that face covering should be wore during the journey and we apologize for any unconvenience…
Los asientos en preferente y las mesas robustas y plegables, dignas de la mejor camperización, marcan cierta diferencia con la clase turista, que también es muy confortable. Iván Calvo, consultor y profesor de 43 años vive en Santiago de Chile y está de paso, con destino a Madrid. Conoce y valora la calidad del AVE, que ya ha cogido a Barcelona y a Sevilla en otras ocasiones. No se puede desaprovechar la oportunidad de saber de primera mano cómo están las cosas en el país sudamericano. “Están complicadas. Hay una polarización que se viene dando últimamente en la sociedad, desde el estallido social de 2019, una especie de revolución de colores que, además, fue agravada por la pandemia. Se han encajado los dos golpes y el país está tenso. Acaba de haber elecciones, ha ganado el candidato de izquierda, Gabriel Boris, que será el nuevo presidente de Chile y vamos a ver cómo le va, porque no lo va a tener fácil. El escenario es complejo”, explica.
125.000 billetes
Un total de 160 personas viajan desde Ourense, más las que subieron en Zamora y, para la vuelta, está lleno. Cerca de 5.000 personas utilizan hoy los servicios AVE y Alvia de Renfe entre Galicia y Madrid y, desde la puesta a la venta de billetes, el pasado 23 de noviembre, la operadora ha vendido 125.000, incluida la promoción de viajes a 15 euros, que fue muy aplaudida por los usuarios.
Antonio Blanco, aparejador jubilado, viaja con su esposa, Araceli Llamas, ambos, habituales del tren. “Antes cogíamos el madrugador o el coche desde Zamora. Ahora sale más tarde pero llegamos casi a la misma hora que el Alvia de antes y podemos volvernos por la tarde”, comenta.
Adrián Sena es un veterinario de 41 años que trabaja en Madrid y valora especialmente el recorte “considerable” de tiempo empleado en el trayecto. “Llegamos desde Ourense a Zamora en poco más de una hora. Hasta que se abrieron las vías nuevas, tardábamos dos horas y pico. Normalmente, voy por la mañana y, luego, igual vuelvo dos o tres días después, depende del trabajo”, apunta. “La promoción que han hecho es buena. En el futuro no sé cómo será el precio, la verdad, porque la promoción se va a acabar; entonces, habrá que esperar”, calcula.
Encarna Ruiz, ama de casa de 55 años, hará transbordo en Chamartín para viajar a Jaén, donde pasará la Nochebuena, y Borja Celaya, madrileño de 32 años, se muestra enamorado del tren, del que era usuario antes de trabajar como tripulante del servicio de a bordo. “Dormí en Zamora y subí allí para volver a Madrid. Atiendo al pasajero durante todo el viaje, tanto en cafetería-bar móvil como en prestación. Cualquier necesidad que tengan, aquí estamos para resolverla”, subraya.
En la cafetería, la tripulante Esther Pérez tiene aspecto nórdico, aunque es de Madrid y lleva dos años viviendo en la localidad coruñesa de As Pontes de García Rodríguez. Sus ojos claros brillan mientras habla con entusiasmo de su lugar de trabajo. “Llevo en Ferrovial 17 años. No soy de las más antiguas pero he podido ver una gran evolución. A la gente le encanta montar en el AVE. Se emocionan y disfruta, hacen muchas preguntas y está encantada de que, por fin, llegue a Galicia”, asegura. “Recibimos a los viajeros, los despedimos, megafonía, auriculares, restauración en el asiento, atención a viajeros, en general”, enumera.
“La combinación es un Talgo 350, que Renfe denomina de la Serie 12. Cuenta con unos 12.000 caballos de potencia y está diseñado para alcanzar los 330 kilómetros por hora, aunque circula en torno al umbral de los 300. Lleva doce coches y tiene capacidad para transportar a 365 personas. “Es el más ligero que tenemos en el mercado. Los trenes de otros fabricantes están en unas 400 toneladas, incluso 500, y nosotros hemos llegado a hacer un tren de 300 toneladas. Por lo tanto, el consuno energético y todo es mucho más liviano”, detalla Juan Antonio González, de 36 años, responsable técnico del tren. “Mi cargo es estar supervisando durante todo el viaje que no ocurra ninguna incidencia, o sea, anticiparme a ella, para que todo vaya bien y, si la llega a haber, intentar resolverla en el menor tiempo posible. Este tren tiene una fiabilidad estupenda”.
Talgo
En cualquier caso, da la impresión de que al Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol se le ha dado mucho menos bombo del que merece, siendo tecnología del terruño y en contraposición a monstruos como Alsthom y Siemens, aunque todo parece indicar que la próxima entrada en servicio del Talgo Avril contribuirá a paliar ese déficit de marketing. “Personal ente, el proyecto que tenemos en Uzbekistán lo arrancamos tres compañeros y, ahora mismo, allí hay seis trenes. Tenemos en Rusia, en Estados Unidos, en Kazajistán, el proyecto de Arabia Saudí también lo llevamos nosotros con Renfe… Y ahí están, funcionando estupendamente”, apunta.
De extremo a extremo del tren, el pasaje es extraordinariamente amable y se presta a dar su impresión sobre el viaje. María Mosteiro, enfermera de 30 años, coge por primera vez este tren. Su destino final es Málaga, así que no aprovecha la opción de poder volver en el día. “Son 85 euros ida y 85 vuelta, en total, hasta Madrid y, luego, Málaga. Pero, bueno, al final, es más barato que en el coche. Entre peajes y gasolina. Y no te das la paliza, vas aquí leyendo”, reconoce. “Es una sensación maravillosa ver que va a más de 300 por hora y tú, tomándote un café, tan tranquila”.
Alberto Pérez, de 19 años, es estudiante universitario de Historia, va hasta Albacete y está acostumbrado a viajar en ferrocarril. “Hay una gran diferencia. Antes tardaba muchísimo y era superincómodo. Ahora va muy rápido. Es bastante guay vivir estos momentos en directo”, indica.
La llegada a Chamartín-Clara Campoamor es puntual. Han pasado 65 minutos desde que nos subimos en Zamora. Dentro de una hora, regresamos en el mismo tren. “No te puedes quedar a redactar dentro porque hay que limpiarlo entero de arriba abajo. Si se queda algún objeto en el tren, automáticamente se lleva a Objetos Perdidos diciendo el tren, coche y asiento donde se ha encontrado, por si aparece el dueño”, advierte el responsable técnico. “Llevo 15 años viajando. Conocía Zamora de paso pero, cuando abrieron el AVE, nos pusieron turnos y pasábamos allí bastante tiempo. Fue cuando descubrí la ciudad. Me encantó ese aire antiguo, el románico y el arroz a la zamorana me llegó al alma”, describe.
La megafonía vuelve a hablar en español e inglés para recordar que ‘… confía en volver a atenderles de nuevo. Por favor, permanezcan en sus asientos hasta que el tren se pare por completo y no olviden sus ojitos personales. Gracias por su colaboración.
En la sala de espera, un hombre canta insistentemente los números que le quedan para el sorteo de la Lotería de Navidad de mañana. “¡El 22! ¿Quién quiere el gordo? ¡Valladolid! ¡Tengo el 27! ¡Me voy, que me voy!”, vociferaba, para desesperación del vigilante, que se las veía y se las deseaba para que se mantuviera justo al otro lado de la línea de seguridad.
El vendedor de lotería con recargo llama ‘Valladolid’ a cualquier persona que saliera del andén 16, sin darse cuenta de que no era una buena idea de marketing, más que nada porque la mayoría de los pasajeros procedían de Ourense y unos cuantos, de Zamora.
El regreso a Zamora vuelve a estar marcado por el trabajo de los medios de comunicación, que se afanan por conseguir las mejores declaraciones de los pasajeros, la mayoría de los cuales atienden con paciencia y cordialidad. “Por favor, no nos grabes a nosotros”, le dice una joven madre de familia a los compañeros de La 8 Zamora. “Sin problema. Gracias por decírnoslo”, responde la operadora de cámara.
Lidia Mateos, enfermera de 34 años. Trabaja en el Gregorio Marañón, “en el epicentro” de la lucha contra la pandemia de COVID-19. “En planta limpia, la única quirúrgica que se quedó en todo el Hospital. Fueron meses muy duros. Es luchar a diario contra corriente”, señala. “Voy a pasar el día con mi padre, a pasear con él por Zamora y me vuelvo a Madrid. Volveré en Reyes”.
“Señores viajeros, rogamos que coloquen los equipajes en los lugares destinado para ello con el fin de no bloquear el paso, Gracias por su colaboración”, advierte una cálida voz femenina. Lo dice con suma cordialidad, teniendo en cuenta que alguien dejó en medio del pasillo dos grandes maletas, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Una proba pasajera mostró por dónde se pasa el civismo al mantener su maleta, impertérrita y sin complejos, obstaculizando el paso durante todo el trayecto desde Madrid hasta Zamora. Dos recordatorios más por megafonía no le hicieron mella alguna.
‘¿Le apetece agua, zumo de naranja, vino o cava?’, pregunta una tripulante de servicio a bordo, además de entregar la cajita con el almuerzo. Apenas queda media hora para llegar a Zamora y, prácticamente, no da tiempo a sacar el ordenador y a ordenar las grabaciones como es menester. Hace solo unos pocos años, viajar en tren desde Madrid a Zamora daba para ver un par de películas sin problema, siempre que la batería del dispositivo fuese de las buenas.
Salir de Zamora a las 7.41 horas, llegar a Madrid a las 8.45. Esperar una hora y cuarto y llegar a la capital zamorana a las 11.04 horas. Se llama Alta Velocidad.