Reliquias de la ciudad de Zamora

​Cuando pasaba mi mente al anochecer por la puerta del “museo de las calles zamoranas” me ha llamado de repente la atención el anuncio de la exposición en mi plazuela infantil...
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Muralla


Fdo. Dionisio de Ana Prieto (Abogado)


Cuando pasaba mi mente al anochecer por la puerta del “museo de las calles zamoranas” me ha llamado de repente la atención  el anuncio  de la exposición en mi plazuela infantil de “ciertas particularidades” lúdicas, recreativas, deportivas y escolares iluminadas por el candil de aceite pura de oliva colgado en la pared de piedra cubierta por la hiedra de la vida.


Fotografías antiguas plateadas entre cristales con marcos de hojalata. Alguna me olía a la “dulce artesanía” interior de la caja de galletas del esquiador con bufanda al viento en la nieve de enero.


Y otras a cera de los cirios de los conventos con sonidos perdidos en la “madera pulida” bajo las pisadas de la timidez de las monjas que bebían las voces  de la ternura como esponjas.


Y también veo en la colección brillar a "mis amigos desde la infancia”, sin ego ni arrogancia

Podía escribir desde el derecho a las “fazañas castellanas” o a la naturalidad de las “azañas” de aventureros y guerreros zamoranos una vida entera,  pero prefiero divagar con los poetas, cantores  y pintores del recuerdo y del futuro aún inmaduro por labrarse lento tan puro como sus colores de agua y sequedad contrastada por su paisaje amarillo y con tanto oleaje como los propios mares.


Más fotos cuelgan pegadas a los “muros del recuerdo”, como el antiguo “colegio claretiantos” y sus patios de cemento y frontones por los que antes corríamos escondidos para poder fumar por los rincones aparentando ciertas ostentaciones juveniles con ansia de libertad.


En La Candelaria, y fuera del Instituto, el “prao tuerto”, con hierba, que parecía un oasis en un desierto impoluto. Hoy está todo cubierto, aunque vuela el humo joven del tabaco mal fumado a caladas cortas sin tragar, afortunadamente.


Las librerías de mercurio con “elegías hernandinas” preciosas a cuenta gotas y del bazar de “harchas mozábares” escritas con jota, como versos de amor puestos en boca de la dama en ausencia del amado, aunque no están, sí son recordadas:


Qué haré yo o qué será de mi

oh amado mío

no te vayas de mi”


decía el poeta.


Alguna pía queda todavía y,  la religiosa es otra cosa, aunque igual de hermosa. 

Los billares del “valencia” desaparecieron, pero cuelga de la infancia su añoranza y, las bolas buscan sus carambolas en ratos de buena gana, ahora con canas.


Reliquias como la fuente del  bosque de “Valorio”, primaveral de saltos, ligues y olvidos quedaron entre los altos pinos,


Y  “Guimaré” de agua potable,  no deja de correr y,  siempre tan amable, allí te veré.


La avenida del “Mengue” y el mesón que miraba al “Duero”, siempre sincero y firme con su puente observando la corriente en la muralla. Y no falla. Agua no faltaba, ni jarras de vino en “Trabanca”. Ni cante hasta que secaba la garganta.


Qué fácil es escribir como en los tiempos en que uno podía subir “Balborraz” sin dificultad, que está igual, pero sólo veo allí carteles de venta, no tebeos en sus escaparates donde cambiar novelas rotas a peseta.

Me alegro que se llame “Paseo de los poetas” a los entrepuentes, seguramente el río inspira magníficos poemas, ahora sin las penas de los hoy jubilados, regresados de la emigración, aunque se fueran alegres pidiéndoselo así su corazón.


Con el viento de la libertad marchó la juventud y, ahora también se va, siendo incluso menor su natalidad. No deja de ser una fatalidad. Y no veo su retorno atrayente con trabajo y luz. No veo desarrollo de actividad en la ciudad con claridad.  No obstante, el optimismo no debe perderse y puede incluso verse de reojo. Vi salvar goles desde la raya en la portería del campo de tierra de “Pantoja”, que ni regado parecía mojado.


Desaparecido,  pasamos a la “Vaguada” y éste sí olía a tierra más mojada. Figuradamente, la “Ruta de la Plata”, la llevamos in mente, cultural y esperanzada. Quizás deseamos regresar, pero como este relato, es difícil terminar y volver sin  la mar.