Otra Semana Santa distinta, que no distante

​Zamora se paralizó en marzo de 2020. No solo Zamora, también España, Europa, el mundo. La pandemia ha transformado nuestra sociedad en tan solo unos meses a un ritmo vertiginoso… y a la fuerza.
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Zamora se paralizó en marzo de 2020. No solo Zamora, también España, Europa, el mundo. La pandemia ha transformado nuestra sociedad en tan solo unos meses a un ritmo vertiginoso… y a la fuerza.

La sombra del covid es tan alargada que está presente en cada una de las decisiones de los ciudadanos, en la manera en la que estos piensan sobre la economía, la política, la familia, la cultura y la religión y sus tradiciones. Hoy los creyentes viven la espiritualidad de diferente modo por ese nuevo compañero indeseable que sigue estremeciendo más que cualquier otra cosa.


De diferente modo no significa con menos devoción o con ausencia de entusiasmo. No en vano, la veneración y el fervor de los fieles a la Semana Santa no se han desdibujado, tan solo -que no es poco- ha cambiado la forma de celebrar (con reducciones de aforo y la distancia social necesaria) e incluso el medio a través del cual celebramos (hoy asistimos a muchas liturgias vía streaming). En definitiva, esta Semana Santa será distinta, que no distante, aunque no podamos regalarnos los besos y abrazos de hace dos abriles. Porque cuando hablamos de distancia no hay que circunscribirse a lo físico; debemos detenernos también en el lado emocional, en los sentimientos… Y en eso, todos estamos más cerca que nunca.


Pese a esa falta de contacto físico y a la inevitable reducción de los actos en una cita tan importante para nuestra tierra, los zamoranos debemos felicitarnos, pues la devastadora situación no ha catapultado el empuje de las cofradías, que se han visto obligadas a remar contracorriente, y de todos los agentes que forman parte de la celebración más carismática de la ciudad. Con la colaboración de todos, Zamora tendrá su programa alternativo a la “fiesta” declarada de Interés Turístico Internacional (allá por el 1986) que todos tenemos en la memoria.


Sí, por desgracia, la pandemia afectará indiscutiblemente a las arcas de la capital (la situación es idéntica en la provincia) por el contundente descenso del turismo y por las restricciones en la hostelería, entre otros tristes agravios. Además de estas fatales consecuencias, el coronavirus ha destapado nuestra nostalgia por revivir tiempos no tan remotos, pero no ha podido atrapar las ganas de conmemorar la cita anual más relevante del calendario zamorano después de la suspensión total en el pasado 2020.


Fue entonces cuando vivimos por primera vez aquella situación de guion de ciencia ficción, de película apocalíptica: de una experiencia pública, comunitaria, terminamos, en un abrir y cerrar de ojos, en un contexto en el que, de repente, nos encontramos confinados en nuestras casas.


Por fortuna, la vacuna inyecta una gran dosis de esperanza y tal vez en 2022 los zamoranos vuelvan a experimentar los típicos nervios previos a ver pasar por el Puente de Piedra al Mozo, a la Virgen de la Esperanza o a Jesús de Luz y Vida.


Cada vez está más cerca la fecha en la que presenciemos el escalofriante cántico del “Jerusalem” y el conmovedor Miserere como lo hemos vivido siempre, antes de la llegada de este compañero indeseable que nos ha cercenado la vitalidad por momentos, pero que no podrá eliminar eternamente los impagables instantes de la madrugada del Viernes Santo en la Plaza Mayor, la alegría propia del Domingo de Ramos o la fiesta del Domingo de Resurrección.


Mientras esperamos que regrese nuestra Semana Santa de siempre, vivamos la actual con ilusión, reflexionemos y celebremos en otro contexto a la espera de encontramos de nuevo.