ANUARIO 2020 - EL 2020 EN ZAMORA: EL AÑO DE LOS ABRAZOS PERDIDOS

​Esta es la crónica de doce meses marcados por el covid, un visitante aterrador que invadió el mundo y dejó una huella indeseable en la provincia: muertes, cierres de negocios y desolación en todos los sectores.
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Enfermeros coronavirus



“Los enfermeros de Zamora evitarán aglomeraciones de sanitarios para garantizar la disponibilidad de profesionales ante los casos de covid 19, “El Colegio de Farmacéuticos de Zamora restringe sus reuniones de más de 20 personas para asegurar el servicio ante posibles contagios por coronavirus”, “El Colegio de Médicos de Zamora suspende las actividades formativas y culturales para prevenir el contagio en el ámbito sanitario”, “El Ayuntamiento de Zamora toma medidas para prevenir entre sus empleados el contagio por coronavirus”… Marzo de 2020 arrancaba con noticias como estas en Zamora, un ejemplo más de la preocupante situación que empezaba a vivir el país por entonces. 


España se erigía como uno de los focos covid del planeta; el peligro era tal que el 14 de marzo se declaraba el Estado de Alarma, tan solo unos días después de que registrara el primer caso de covid 19 en Zamora.


Se trataba de un varón de 70 años que, presumiblemente, contrajo la infección en un viaje en tren a Levante. Fue el primero de los aproximadamente 9.000 zamoranos que se contagiaron el pasado año. Entre ellos, José Folgado, el que fuera secretario de Estado de Presupuestos y de Economía con José María Aznar (terminó falleciendo por este motivo), o el alcalde de Roales del Pan, David García. Sin duda, esas primeras semanas, en las que la provincia registró tres muertos, fueron verdaderamente angustiosas tanto por la situación sanitaria como por los posibles efectos psicológicos que el confinamiento domiciliario pudiera provocarnos a los ciudadanos. También preocupaba el devenir de las clases escolares y el impacto de la pandemia en la economía.


Por entonces, Zamora 10 suspendía sus actividades públicas y reuniones, ayuntamientos como los de Toro y Benavente intensificaban sus medidas para evitar la propagación, o la Cámara de Comercio de Zamora y el Colegio de Médicos, entre otros colectivos e instituciones, apelaban a la responsabilidad de los zamoranos.


“Quédate en casa” fue el mensaje al que se agarró la sociedad zamorana en aquella primera ola en la que se desató otra de solidaridad: se comenzaron a fabricar mascarillas artesanales ante la escasez, la Comunidad Maker en Zamora aportó cerca de 1.300 máscaras antisalpicaduras fabricadas con impresoras 3D, y las personas más vulnerables no se vieron desprotegidas gracias a los voluntarios de Cruz Roja o Cáritas.


Ya en abril, conocimos a Coral Mato, enfermera en planta en el Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, y natural de Puebla de Sanabria. Mato aseguraba por entonces que los sanitarios que están en primera línea, como ella, se encuentran “con un paciente que está solo, incomunicado, tiene miedo y muchos de ellos no tienen ni siquiera teléfono. Te encantaría quedarte a hablar con él y a tranquilizarle. 


Son pacientes que se encuentran fatal. Algunos dicen que tiran la toalla y quieren morirse, pero tú tienes que proteger a todos los pacientes y a tus compañeros. Es muy duro”. Mato es solo una de las heroínas de una situación que dejaba imágenes nunca vistas en Zamora en los inicios de pandemia, como la recogida de muestras para las pruebas de covid que tenía lugar en el aparcamiento del Hospital Virgen de La Concha.


Las acciones de desinfección, los ERTES, el teletrabajo, las subvenciones para facilitar la conexión de Internet en los pueblos de Zamora, la reinvención de algunos negocios… Estos y otros temas se sucedían en la nueva realidad de los zamoranos. Y en medio de esa desesperanza, también había espacio para cierto respiro. 


No en vano, si viajamos hasta la primera semana de mayo de 2020, nos encontraremos con que La Alta Sanabria, Santibáñez de Vidriales, Villalpando, Corrales del Vino, Tábara, Carbajales de Alba y Alcañices apenas registraron casos por coronavirus. Y es que, en estas siete zonas básicas de salud de la provincia de Zamora cumplieron “todo lo que nos mandaron”, aseguraban sus alcaldes por entonces. Sin duda, la prudencia suponía la principal defensa.


Por eso, a mediados de mes, las zonas de salud de Tera, La Carballeda y Campos-Lampreana se añadían a las siete que ya cambiaron a la fase 1. Poco a poco, la provincia fue cumpliendo cada fase de la desescalada y, abriendo las alas a la llegada del verano. Pero éste, como ocurrió en muchas otras partes del país, acabó pasando factura (aunque el turismo en Zamora detectó síntomas de recuperación, registrando “sólo” un 35 % menos de visitas que en el mismo mes de 2019). 


Así, a principios de agosto, la Junta declaraba un brote de coronavirus en Zamora capital con cuatro positivos y otro en Porto de Sanabria con cinco positivos que dieron paso a otros focos más graves en septiembre: 61 positivos en una residencia de mayores de la comarca de Sanabria y otros 76 (entre residentes y trabajadores) en el Centro de Mayores de Villarrín de Campos. En total, nueve de los 61 centros de personas mayores en la provincia registraron contagios en estas fechas.


Estas noticias coincidían con el inicio del curso, rodeado de polémica. Sirva como ejemplo la acción de la CGT, que denunció que el CEIP Gonzalo de Berceo “abrió con nueve profesores en cuarentena, a la espera de PCR”. La situación era delicada por entonces, pues la curva de contagios se presentaba ascendente. De hecho, en la última semana de septiembre, la tasa de contagios se incrementó un 42 por ciento, porcentaje que auguraba medidas más restrictivas ante la segunda oleada de la pandemia.


Pese a la preocupante situación, no todos los zamoranos fueron ejemplares. Sí, la mayoría, pero, como en todo el país, la provincia no se libró de la irresponsabilidad de algunos. Entre estos actos deplorables en momentos como el que vivimos recordamos la fiesta ilegal celebrada en Vime de Sanabria cuyos participantes recibieron sanciones por importe de 400.000 euros. Por otro lado, las multas por no llevar mascarilla se han sucedido semana tras semana desde que se impusiera, aunque es cierto que el porcentaje de quienes incumplen la norma es bajo.


El otoño fue testigo de otros debates vinculados estrechamente al covid. Entre ellos, la adecuación de las terrazas de hostelería para el invierno o las cuarentenas en algunas aulas de Zamora por positivos. Y, por supuesto, un tema omnipresente: el de la vacuna. Entonces supimos que Zamora figuraba entre las provincias de la Comunidad más remisas a la vacuna del COVID-19, con un 60,3% de la población que evitaría hacerlo de inmediato o nunca. Demostraba ser una de las más preocupadas por la evolución de la enfermedad (88,7%), según un estudio, pero el 55% creía que la actuación del sistema sanitario para hacerla frente había sido hasta entonces buena o muy buena.


Y ante la inminente llegada de las Navidades, los ciudadanos se preguntaban si podrían celebrar la Nochebuena con sus familias, si sería posible salir de la provincia o de la Comunidad o si resultaría necesario una PCR para viajar a otras regiones con un resultado negativo. Mientras tanto, Zamora sumaba más muertes por covid, como la de la auxiliar de enfermería Felisa Gallego. 


Los zamoranos fuimos testigos de cómo sus compañeros sanitarios guardaron un minuto de silencio en centros de toda la provincia en su recuerdo. Era 21 de diciembre y la Nochebuena estaba a la vuelta de la esquina. Fueron muchos los zamoranos que la pasaron solos, por responsabilidad y por miedo a desproteger a los suyos con una reunión familiar. Desgraciadamente, también se registraron otros casos de imprudencia que comenzaríamos a pagar días después, en los prolegómenos de una tercera ola que ya está desatada tanto en Zamora como en el resto de España.


El 2020 terminó con 335 muertes por covid registradas en el hospital (aunque el último día del año no hubo que lamentar fallecimientos) y 14 brotes activos con 212 casos vinculados. La tasa de incidencia acumulada en la provincia era por entonces de 117 enfermos por cada 100.000. En la capital resultaba ser algo más alta, de 128 por cada 100.000. Por otro lado, uno de los sectores más afectados era el sanitario. De los 262 que dieron positivo, tan solo 109 lograron el alta.


Eso sí, un día antes de ese fin de año, conocíamos al primer vacunado en Zamora: Francisco Tejedor, de 76 años, un residente del centro de mayores Los Tres Árboles. “Es una felicidad. Que se vacune todo el mundo, que es lo que hace falta y poder ver a la familia y salir afuera”, afirmó, justo después de que le administrase la primera dosis. “Que estemos todos unidos, a ver si podemos echar este virus de encima”, deseó. Un deseo que compartimos todos.