La ganadería 'El Raso de Portillo' constituye el vivo reflejo de la más antigua tradición taurina de Castilla y León. Considerada una de las más antiguas de España, este hierro ancla sus raíces en el siglo XV y desde 1880 es gestionado, de generación en generación, por la familia Gamazo. Esta histórica trayectoria, así como el prestigio ganado en Francia por la bravura de su ganado y su contribución a la promoción de la cultura del toro, en especial el conocimiento del ganado en su entorno natural e iniciativas como su bolsín taurino anual para jóvenes promesas del toreo, le han servido para ser reconocido con el Premio Castilla y León de Tauromaquia 2024. En la actualidad son los hermanos Íñigo y Mauricio Gamazo los que llevan las riendas de este negocio familiar, que se asienta en una finca de 850 hectáreas ubicadas en medio de humedales y pinares en el entorno de los ríos Duero y Cega, en una zona incluida en la Red Natura y que se extiende por los términos de Boecillo, Aldeamayor de San Martín y La Pedraja de Portillo.
¿Qué ha supuesto para ustedes la concesión del Premio Castilla y León de Tauromaquia?
Es un orgullo, una satisfacción y un respaldo al trabajo que ha venido haciendo toda la familia durante décadas. Nosotros somos ahora sus representantes, pero está claro que se trata de un galardón a toda la trayectoria familiar. Además, en un sector poco dado a los premios, siempre es importante que te reconozca una institución como la Junta y un jurado formado por destacados personajes del mundo de la tauromaquia.
La pandemia y el cierre de las plazas de toros puso en jaque a muchas ganaderías de reses bravas. ¿Se han superado ya los efectos de esta crisis?
Fue una crisis muy dura, pero ya está superada. El cierre de las plazas y la suspensión de los festejos provocó que se redujera considerablemente el número de reses bravas, algo que todavía no se ha recuperado, aunque hay que reconocer que ahora el mercado está más ajustado, los precios han subido y todo se vende mejor. No obstante, no todas la ganadería somos iguales. Creo que la fiesta de los toros vive un buen momento en cuanto a festejos, aunque todo es mejorable. En nuestro caso, tengo que reconocer que El Raso de Portillo atraviesa una buena racha.
Más festejos populares y menos corridas serias. ¿Esta es la tendencia?
Al menos es la realidad. El alto coste que tiene la organización de las corridas es lo que provoca esta situación. A excepción de las grandes ciudades, los aficionados prefieren renunciar a una corrida de toros que a un encierro por las calles. Los festejos populares están muy arraigados en los pueblos y no es una manifestación que ahora mismo sea sencilla de eliminar. No obstante, hay que reconocer que muchos sitios organizar una corrida o una novillada es inasumible.
Primero fue el Toro de la Vega (Tordesillas) y ahora parece que es el turno del Toro Jubilo de Medinaceli (Soria), cuyo futuro parece que se está decidiendo en los tribunales. ¿Tienen los días contados este tipo de festejos populares por la presión de ciertos grupos sociales?
Estamos ante un ataque claro y organizado a todo lo que representa el mundo taurino. Atacan en el momento y en el lugar donde consideran que pueden hacer más daño, por lo que el sector taurino está ante una cuestión de querer y de saber defender todas las manifestaciones que existe.
¿Qué posición deberían tomar las administraciones?
La tauromaquia es un bien cultural y las administraciones tienen la obligación de defenderla. Al margen de que en muchos sitios los ayuntamientos lo hagan de buen gusto y por dar satisfacción a los vecinos, es necesario que, como manifestación cultural histórica, las administraciones se involucren en su defensa mucho más.
¿Qué le dirían a un joven que solo ve en las corridas y los festejos sufrimiento animal?
Siempre se puede intentar convencer a alguien de algo cuando se dialoga con personas razonables y cuando te acercas sin prejuicios a un mundo que desconoces. Si estás hablando con animalistas radicales que están convencidos de que un animal tiene los mismos derechos de un hombre, esto resulta imposible. Eso en lo referente a los festejos, pero si hablamos de la cría del toro y del mantenimiento de las fincas, existe un total desconocimiento. Si los antitaurinos conocieran las fincas de las ganaderías de lidia y cómo se cuida el ganado bravo, la realidad sería otra. Además, el problema de fondo es el respeto. No se trata de convencer, sino de respetar. No nos puede gustar el boxeo, pero mientras sea un espectáculo legal que congregue a miles de personas, hay que respetarlo. Los toros es el único el espectáculo en el que pagas una entrada y tienes a diez personas en la puerta llamándome asesino. Somos gente a la que de forma repetida nos insultan y nos provocan y nunca pasa nada. Todo el mundo tiene derecho a manifestarse, pero es incomprensible que las administraciones permitan manifestaciones el mismo día, a la misma hora y a las puertas de la plaza en la que se celebra un festejo.
Una de las alternativas económicas que cogen fuerza entre las ganaderías tiene que ver con las visitas turísticas a fincas de ganado bravo. ¿Es una opción de negocio a tener en cuenta?
Nosotros organizamos visitas de ese estilo, pero más que enfocadas al turismo, están dirigidas a la promoción de la fiesta con el objetivo de crear afición. Queremos enseñar como es el toro en su medio natural y en el campo, que es la mejor manera de hacer frente a los ataques que recibimos. Entendemos que eso es un trabajo fundamental. Cuando una persona con ideas animalistas conoce in situ una ganadería, lo más que acaba diciendo después es que sienten pena cuando el toro es sacrificado en la plaza, algo que es entendible. Siempre terminan la visita respetando e incluso admirando esta actividad. El toro bravo sin la tauromaquia está abocado a desaparecer y lo mismo ocurriría con las fincas de la ganaderías, que muchas de ellas están en espacios protegidos y son referentes en la conservación del medio natural.
¿El distanciamiento entre lo rural y lo urbano es una de las razones de los movimientos animalistas?
Sin duda. Cada vez hay una mayor distancia entre el mundo urbano y el mundo rural y cada vez son más las personas que se crían en una ciudad, que ni pisan el campo y ni saben qué es un animal. No saben que los animales se mueren, se pegan entre ellos, se cornean como los toros… esto no es Bambi, esto es la naturaleza, pero ni la conocen, ni tienen la posibilidad de hacerlo.
¿Está en peligro la continuidad de los festejos taurinos?
Para nada. Solo hace falta ver la cantidad de gente joven que se congregan en las plazas de toros y en los festejos populares de los pueblos. Además, aquí en Castilla y León, pero también en muchas comunidades autónomas, se trata de una tradición muy arraigada en el pueblo y, por lo tanto, es muy difícil que se pierda.