Artista, docente e investigadora infatigable, Dora García (Valladolid, 1965) se muestra convencida del poder transformador del arte y de su capacidad para construir pensamiento crítico y brindar felicidad a la ciudadanía. Desde Oslo, donde ejerce como profesora de la Academia Nacional de las Artes (KHiO), la Premio Castilla y León de las Artes 2024 pide acabar con la precariedad en la práctica artística y reivindica la necesidad de mantener la lucha feminista “cada día” frente al “pensamiento reaccionario y bestial” que está emergiendo “desde hace unos años”.
En sus trabajos invita con frecuencia al espectador a cuestionarse qué es el arte. ¿Es una pregunta con una única respuesta?
Es una pregunta sin respuesta. Para un artista, es una pregunta absurda y en la que no merece la pena detenerse demasiado. En todos estos años, la única definición que me convence es: arte es lo que hacen los artistas. Pero sí me parece útil destruir cualquier idea predeterminada de lo que es o debe ser el arte.
En varias ocasiones ha emparentado el arte con la poesía, por su vinculación estricta con el placer, alejado de una funcionalidad cosificable. ¿Cuál es, o debería ser en su opinión, la función principal del arte?
El arte, que es una forma de poesía (todas las artes lo son), no tiene ninguna función si entendemos función como una tarea que desemboca en un resultado visible y cuantificable. Y por eso es lo más importante del mundo.
Con la perspectiva de una vida europeísta y de haber representado a España en varias ocasiones en un escaparate privilegiado como la Bienal de Venecia (en 2011 y 2015), ¿qué momento cree que vive el arte contemporáneo español y cómo valora su evolución?
Sé que hay muchos artistas que han nacido en España o que viven en España que tienen un gran reconocimiento internacional y que son artistas excepcionales. También muchos y muchas son artistas maravillosos, tengan o no tengan reconocimiento. Y finalmente, hay otros que tienen un gran reconocimiento y que a mí, la verdad, no me interesan nada. No creo que los profesionales en España tengan una situación muy diferente de otro país. Quizás en otros países, como en el que vivo ahora, hay mucha menos precariedad en la práctica artística. Eso es lo más importante para apoyar el trabajo de los artistas: que dejen de ser precarios.
La base de su formación es escultórica, ¿qué le hizo distanciarse de ese lenguaje hacia otros formatos?
Yo estudié escultura por defecto, por no estudiar pintura; pero lo que siempre me ha interesado es la literatura, la performance y el cine.
En un mundo sobresaturado de imágenes, su obra destaca por la preeminencia de la palabra escrita, desde Lacan a Joyce, por citar a algunos de los muchos autores que han marcado el punto de partida de sus exploraciones. ¿Es más preciso que nunca reivindicar el poder transformador de la palabra?
No sé muy bien responder a eso. Es cierto que la literatura, la poesía, el arte en general, transforma, y a mí personalmente, me hace feliz, y creo que a la gran mayoría de las personas el arte, en cualquier disciplina, de la música a la danza, les hace felices. Es importante que el arte sea accesible para todos, que no sea nunca el lujo de unos pocos. Ya lo dijo Audre Lorde: la poesía no es un lujo.
¿Cómo ha cambiado la forma de percibir lo real, en un mundo donde todo sucede a la vez, en todas partes? ¿Cómo sobrevivir ante esa sobresaturación de imágenes?
Pues conviene alejarse del ‘brainrot’ cada día un poco, por salud mental. Tengo una amiga que despertó mi admiración instantáneamente cuando me dijo: ‘Yo solo miro el teléfono a partir de las dos de la tarde’. Todavía estoy intentando emularla. En serio, es importante ser capaz de seleccionar fuentes de información y leer más análisis y menos ‘clickbait’.
¿Se están desdibujando los límites entre la realidad y la ficción, en un mundo de realidades virtuales, inteligencias artificiales, y seres más intercomunicados y a la vez aislados que nunca?
No especialmente. Siempre hemos convivido con fantasmas, con muertos, con voces, con alucinaciones, con aparecidos, con demonios y con ángeles.
El Premio Castilla y León de las Letras de este año, Juan Antonio González Iglesias, invitaba a ahondar en “la ética, la poesía, la belleza y las artes” en medio de este “avispero enloquecido” en que vivimos. ¿Cómo podría recuperar el arte su lugar en el mundo?
Yo no creo que vivamos en un avispero más enloquecido que otras veces. Hemos pasado por guerras que han dejado 38 millones de cadáveres, y si bien ahora mismo hay un genocidio atroz en marcha, es heredero de una larga lista de atroces genocidios. Nunca ha habido un tiempo mejor, y el arte nunca ha tenido un lugar mejor que ahora; al contrario, yo veo motivos para pensar que este tiempo es un poco mejor que los anteriores: hay vacunas, hay educación pública, hay sanidad pública, hay ley del consentimiento sexual… Intentemos no ir hacia atrás.
Hace unos años comentaba que “un buen profesor da sentido a una vida”. ¿El cambio social pasa por que las enseñanzas artísticas ganen protagonismo en el currículo educativo y tengan un peso real en la formación de los jóvenes?
Sí, rotundamente sí.
En tiempos de discursos únicos y doctrinarios, dominados por el algoritmo ¿hay margen para la duda y la pregunta?
También, sí.
¿Está más devaluado que nunca el valor del pensamiento crítico?
No, creo que siempre ha estado devaluado.
Desde sus inicios uno de los temas que le obsesionan es la relación del artista o de la propia obra de arte con el público. En estas tres décadas nuestra forma de relacionarnos ha cambiado muchísimo con la irrupción de las nuevas tecnologías. ¿Cómo siente que ha cambiado la relación del individuo con el arte?
Las nuevas tecnologías llevan irrumpiendo cuarenta o cincuenta años. Es cierto que algunas de ellas han traído grandes cambios, como las redes sociales o la IA, pero yo creo que la base de esta relación no ha cambiado mucho, seguimos buscando lo mismo en una imagen ahora que lo que se buscaba hace miles de años: que nos lleve a otro sitio.
Otro de los cambios fundamentales que hemos experimentado en este periodo ha sido abrir los ojos a las injusticias contra la mujer, por ejemplo en el reconocimiento de su lugar en la Historia, hasta hace bien poco silenciado. ¿Siente que se está recuperando el terreno perdido durante siglos?
No. Creo que la ola reaccionaria, ignorante, arrogante, machista, casposa que soportamos desde hace unos años, es una respuesta a los avances del feminismo y de lo que el feminismo lleva consigo: justicia ecológica, disidencias sexuales, pensamiento poscolonial, justicia social. Los avances que se han conseguido en los últimos 100 años irritan a la bestia y, por tanto, hay que seguir luchando cada día porque ese pensamiento reaccionario y bestial está lejos de ser derrotado; pero será derrotado.