El Colegio de Ópticos-Optometristas de Castilla y León (COOCYL) inicia la campaña ‘La Salud Visual en las distintas etapas de la vida’ para sensibilizar a la población sobre la importancia de cuidar nuestros ojos desde la infancia hasta la ancianidad. Con motivo del Día Mundial de la Visión, que se celebra hoy, recordó en la necesidad de detectar anomalías visuales a edades tempranas para evitar un problema ocular más grave en el futuro.
La vicedecana de COOCYL, Ana Belén Cisneros, apostó por difundir entre la sociedad las nociones básicas sobre el sistema visual, sus estructuras, su evolución, sus posibles trastornos y las soluciones optométricas que ayudarán a tener una mejor salud visual, y, por tanto, una mejor calidad de vida.
COOCYL insiste en lo importante que resulta someterse a exámenes de la salud visual con regularidad, muy particularmente en el caso de los niños, ya que sus ojos están en constante desarrollo y cambio, y su visión debe ser la mejor posible para poder funcionar adecuadamente en el presente y en el futuro.
Además, hay que tener en cuenta que los ojos son una de las principales fuentes de información del bebé y, por ello, es crucial saber cómo podemos estimular su sentido de la vista.
Cisneros recordó que la visión de un recién nacido se sitúa entre el 10 y el 20 por ciento, pero el bebé solo tiene capacidad para percibir su entorno de manera borrosa, porque su cerebro no está preparado para procesar la información visual que le llega.
Sus ojos son muy sensibles a la luz brillante, por lo que casi siempre los tienen cerrados, y la mayoría presenta ojos grises o azulados, ya que lo habitual es que el iris no alcance su color permanente entre los tres y seis meses. “No hay que preocuparse si sus ojos bizquean o se desvían hacia afuera. Es lógico hasta que tanto las estructuras oculares como su cerebro se vayan desarrollando y los músculos de sus ojos se fortalezcan. Pasados los seis meses, el bizqueo ya no se puede considerar normal”, explicó.
En el primer mes, el bebé empieza a enfocar progresivamente objetos que se mueven a su alrededor y puede seguir el recorrido de una fuente de luz, pero no es hasta los dos meses, aproximadamente, cuando empieza a identificar los primeros colores, el rojo y el verde, así como rostros y el volumen de cosas cercanas.
Hacia los tres meses, sus ojos convergen hacia el interior si se le acerca un objeto y distinguen cada vez más los colores, y hasta el medio año de vida, el bebé sigue avanzando en la capacidad de ver un objeto en movimiento y en la profundidad, y ya entonces su cerebro interpreta información visual. A partir de su primer año, el niño va desarrollando áreas como coordinación ojo-mano, seguimiento visual y percepción espacial, y es capaz de señalar un objeto que le llame la atención, así como dar sus primeros pasos.
Pero las estructuras de su ojo van cambiando hasta lograr la visión óptima hacia los seis o siete años, un proceso que se conoce con el nombre de emetropización.
Problemas oculares
Los problemas oculares en los bebés pueden ser congénitos o adquiridos después del nacimiento, y en ambos casos, la detección precoz y el tratamiento oportuno son esenciales para evitar una posible discapacidad visual de por vida.
Los ojos se examinan en la primera revisión neonatal para detectar posibles anomalías estructurales, como cataratas congénitas, opacidad de la córnea, ptosis (caída anormal de los párpados) y retinoblastoma, y en cualquiera de estos supuestos, el recién nacido debe ser derivado a un oftalmólogo especializado en pacientes pediátricos.
Las causas de problemas oculares congénitos más frecuentes son los trastornos genéticos (albinismo), las infecciones (rubeola, herpes y varicela), el alcoholismo materno (hipoplasia del nervio óptico y microoftalmia, coloboma…) o la diabetes materna (hipoplasia del nervio óptico).