El obispo de Zamora invita a los sacerdotes a “romper con la tentación de la polarización y con la violencia de nuestro mundo”

Fernando Valera y el nuncio del papa Francisco en España, Bernardito Auza, concelebran la Misa Crismal.
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El obispo de Zamora, Fernando Valera, invitó hoy a los sacerdotes a “romper con la tentación de la polarización y con la violencia de nuestro mundo, con el cansancio de la propia fe en occidente y con una cultura aburrida de su propia historia que ha abdicado de conocer la fe en Jesucristo”.


Monseñor Valera Sánchez recordó a los curas que, “cuando la cruz de Cristo se planta en medio de la historia, la belleza se da más en el servicio y en la humillación hasta el final”. Así lo apuntó en la Catedral de Zamora, durante la Misa Crismal, que concelebró con el nuncio apostólico del papa Francisco en España y en el Principado de Andorra, Bernardito Auza.


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El final de la homilía de monseñor Valera fue una “llamada” a todos los sacerdotes que renuevan sus compromisos ministeriales, a que “vivan la belleza de su ministerio abundando en las actitudes de la dulzura, la ofrenda, la alegría que rompe con el pesimismo antievangélico y la visión positiva de la vida”.


La Misa Crismal contó con la presencia de todo el presbiterio diocesano, diáconos, comunidades de vida religiosa y laicos, presididos por el prelado, quien inició su homilía citando a Santa Teresa en el libro de la Vida: “Cuando vi a Jesucristo, su incomparable belleza quedó impresa en mi alma tan profundamente, que todavía hoy la tengo esculpida”.


Fernando Valera apuntó que ”la belleza no se deja agotar argumentalmente ni tiene su verdad en la palabra ni en la razón, sino en la contemplación” y recalcó que el óleo que se consagra en la Misa Crismal “entrará directamente en el interior del creyente para protegerle y animarle en el camino espiritual”.


Tras la homilía, los sacerdotes renovaron junto al obispo y la comunidad reunida sus promesas sacerdotales, comprometiéndose a “una entrega total a la misión de la Iglesia”.


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Posteriormente, se bendijeron los óleos sagrados, que “llevan consigo un profundo simbolismo y propósito dentro de la vida sacramental” de la Iglesia. El de los enfermos, que representa la curación y la fortaleza. El de los catecúmenos, que es un signo de bienvenida y acompañamiento en el camino de la iniciación cristiana. Por último, el santo crisma, que simboliza la santificación y la consagración, según indicaron fuentes de la Diócesis.


También se dedicó un recuerdo al pueblo ucraniano, “pidiendo a Jesús, Príncipe de la Paz, por el final de la guerra”. Al final de la eucaristía, el nuncio apostólico pidió “por los sacerdotes de la Diócesis” y les dio la bendición, además de trasladarles “el más sincero agradecimiento, en nombre del papa Francisco”.