OPOSICIONES 23J: ¿QUIÉN EDUCA A TUS HIJOS?

En España, como en Europa, se exige generalmente a los profesores una formación universitaria de un mínimo de cuatro o cinco años de preparación
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Aula



J. MERCHÁN


Siempre se repite la misma historia. Nuevas elecciones, mismas oposiciones. Quizá diferentes leyes, diferentes políticos, diferentes profesores... Pero mismas quejas. Me pregunto si hubiera un sistema de oposiciones para acceder a la política tendríamos mejores políticos. Sin embargo, viendo las carencias que tenemos en nuestro país debido a ese sistema a la función pública, me hace pensar que podrían ser incluso peores. Políticos que se amoldarían incluso más a sus poltronas que en el Senado. Y siempre en toda habitación cerrada viene bien un poco de aire fresco.

El acceso a la política es libre, otra cosa es que la gente pueda acceder con facilidad a ser participe de ella sin intermediarios. Sin embargo, el acceso a la docencia en el sistema público es restringido. En España, como en Europa, se exige generalmente a los profesores una formación universitaria de un mínimo de cuatro o cinco años de preparación. Y, además, superar una oposición que convocatoria tras convocatoria recibe las mismas denuncias de ser inútil, subjetiva, desfasada y, en resumen, poco adecuada para captar el talento entre sus aspirantes.


Unas oposiciones basadas en el conocimiento memorístico de la materia por parte de los profesores es imposible que encuentre al mejor docente, pues hay que tener en cuenta su formación pedagógica, psicológica, experiencia previa en ámbitos socioeducativos similares y su adaptación al cambio social y a los nuevos sistemas de producción. Teniendo en cuenta solo la nota de un examen puede darse el caso de que tenga más opciones de educar a tu hijo un opositor zamorano que se alardeaba en su red social de haber sacado un brillante 8.191, pero que en otra de sus publicaciones considera una “aberración” que exista la edad de consentimiento sexual, llegando a afirmar que “con 13 uno ya tiene capacidad para saber con quién tiene contacto”, que un profesor que brille por sus habilidades sociales o su inteligencia emocional. Yo no sé si este profesor querrá enseñar en sus clases el Lolita de Nabokov, pero lo que puedo predecir es que los padres de sus alumnos no se sentirían muy tranquilos si conocieran sus ideas.


Partiendo de la libertad de elección de los padres, podíamos hacer un alegato a la enseñanza privada/concertada y su “flexibilidad” en la contratación de profesores. Sin embargo, poca defensa se puede hacer mientras no exista una total transparencia en el sistema de elección de su profesorado, cuyo sueldo es pagado por el Estado al igual. Mientras sus fondos no dependan de su rendimiento, al estilo del Reino Unido, quizá no siempre se opte por contratar al mejor candidato. Pero claro, aquí entraría de lleno el debate de auditar el trabajo del docente y tanto en la pública como en la privada se echarían encima de cualquier medida a favor de ello. Quién sabe si luego se traslada a otros ámbitos de la función pública o incluso al político y entonces muchos verían los colmillos del lobo relucir.


Para acabar, no quiero que estas líneas parezcan un ataque a los docentes, de los que sin duda son mayoría los que desde una profunda vocación se esfuerzan rigurosamente cada día en hacer las cosas bien y no tienen la culpa de que un sistema educativo desfasado, que cambia de legislación con cada gobierno, sea un obstáculo más que una ayuda para poder demostrar su amor por la profesión que muchos desgraciadamente perdieron por ese sistema burocrático. Tenemos que tener en cuenta que las leyes no cambian las mentes de los profesores ni la realidad cambiante de las aulas y que necesitamos a los más competentes para poder afrontarla.


Quizá no tenemos que llegar al extremo del “Método Grönholm” para contratarlos, pero si sería de ayuda recurrir a entrevistas personales específicas en las que se valoraran motivos, actitudes, habilidades y competencias para la elección de la profesión docente. Esto sumado al programa de Capacitación Integral Docente, conocido como “MIR educativo”, que ya se ha empezado a aplicar en algunas comunidades, podría desplazar a un modelo de oposición basado en dedicar tiempo y dinero a la preparación de un examen, que no es lo mismo que prepararse para educar mejor a la generación del mañana. Y quizá así podríamos evitar a muchos buenos docentes tanto la ansiedad que ese sistema provoca, como los problemas económicos o de conciliación familiar que ese proceso conlleva. Espero que con las elecciones, como siempre pasa, la gente no olvide la importancia de elegir a los mejores, también cuando se trata de educar a sus hijos.