Cinceles

Dionisio de Ana Prieto

Oigo los cinceles de Dios sobre las piedras del hombre  y veo crecer estatuas con fuentes chorreando.

Intuyo el manantial procedente de un ente celestial por la simpleza del agua inherente a su propia naturaleza.

Mayor complejidad no alcanzo a verla de verdad.

La frescura del agua de la fuente corriente de este parque asemeja al arrullo de una paloma que asoma su alma por el pico y se va a la libertad del silencio tomando la mar como punto de embarque y del que parte el infinito hasta llegar al mundo inaudito después de navegar más de un ratito.

Y según el viento que empuje a la dicha o arrastre al desastre, te devuelve a la tierra de la vicha rara, pero con la misma cara.

O con otra, pero entonces montada en la faz levantada de la potra veraz galopante en el murmullo de las palomas que vuelan altas con el silencio en el paraíso terrenal fuera del mundanal en mi parque vecino del soñado embarcadero que tanto quiero para desde allí partir a la esencia del agua de la madre de la fuente de todas las fuentes frescas como los chorros de la vida con su muerte incluida que es otra suerte unida a lo desconocido sin ser temido.