Dicen las niñas de entonces, las que hoy son octogenarias, que en sus Reyes no solían recibir muñecas. Si acaso, se las fabricaban sus madres y les pintaban la cara con lápiz. Todo muy artesanal; como lo eran sus regalos más habituales: los dulces. Esta costumbre era muy propia de los pueblos, pero también de los ambientes urbanos, al fin y al cabo no estamos hablando de una sociedad tan consumista como la actual. De hecho, en las casas solían elaborar varios regalos destinados a todos los menores de la casa. Eran tiempos en los que se compartía más que en la actualidad, desde luego.
¿Y qué comestibles solían regalarse por aquel entonces? Cuentan los entendidos que la respuesta es esta: higos secos con nueces y peladillas. Una opción nada desdeñable, sin duda. Otra alternativa pasaba por comprar turrón artesano al peso en los mercadillos navideños. Hablamos, sin duda, de navidades que desprendían un encanto especial.